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Santo Domingo

Espectadores, cinéfilos, hacedores de cine y otras historias

La aventura de asistir a una sala de cine en República Dominicana actualmente no está exenta de riesgos y no hablo de la apuesta que significan las decepciones que se puedan sufrir al encontrarse con deficientes productos inflados por las distribuidoras, las estrategias de mercadeo engañosas o los cantos de sirena de las relaciones públicas, sino desde los propios espectadores; los cinéfilos o aquellos hacedores de cine poco cinéfilos. 

No es que el tema sea nuevo en nuestro país, y no, es muy antiguo, pero de vez en cuando lo compruebas in situ y te reafirmas en el reconocimiento de tales problemas y los nuevos vicios que, en un ataque de idealismo, creías superados.  La asistencia a esa fiesta del cine que fue la versión XV del Festival de Cine Global de Santo Domingo, sirvió como recordatorio de cosas sabidas pero medio olvidadas. 

La cinematografía de nuestro país tiene un déficit de espectadores con formación y no me refiero a los que disfrutan sin complejos de todo tipo de cine ni a la minoría exquisita que disfruta del llamado “Cine de Arte”, que si nos llevamos del gran Robert Bresson es “el mas carente de arte”, sino a ese que es consciente de lo que ve y lo que consume, que sabe la diferencia entre el cine bien o mal hecho. 

Los ejemplos vistos y padecidos en Festival FCGSD son casi infinitos, desde el de un joven espectador quejándose en voz alta en medio de la proyección de No Bears (Khers Nist) de Jafar Panahi de ” Que leeenta es esta película” en una de esas escenas con largos planos sostenidos tan del gusto del cineasta iraní o esos ciudadanos y ciudadanas que se dedican a revisar en su celular sus redes sociales, su whatsapp  o hacerles fotos a su comida, todo ello durante la proyección de películas como la peruana Pakucha de Tito Catacora. 

Lo evidente en todo en todo esto es una doble falta, la de educación cinéfila y la de educación ciudadana. Entonces no nos queda más que acongojarnos, pues visto lo visto y teniendo conocimiento del estado actual de nuestro sistema educativo, no tengo la más mínima esperanza de que esto mejore a corto o mediano plazo. 

La pupila deslumbrada y ciega.

A los desencuentros se suma un público que debería estar pero no está, y es el de los hacedores de cine quienes brillan por su ausencia en las salas y al que solo suele vérsele en los eventos de inauguración o clausura para las fotos de rigor y la exposición a los medios. En las únicas circunstancias que pueden verse en un número relativamente grande es si estrenan una película suya o de un relacionado.

La justificación como argumento alguien, de que estaban filmando carece de lógica,  pues significaría que absolutamente todos estaban ocupados en rodajes y que por coincidencia solo estuvieron libres cuando tocaba inaugurar o cerrar el evento o durante la fecha donde un compañero presentaba su película. Y repito, en todos esos días estaban presente los medios y la crítica, así que si sacamos conclusiones, no creemos que la mayoría no puedan asistir a ver otras películas, donde, por coincidencia, no hay exposición mediática.  

Los visionados de este tipo de cine con altos componentes estéticos mostrados en los festivales y en las programaciones normales, no es exclusivamente un ejercicio lúdico sino más bien profesional. Acercarse a estas obras les provee de otros universos distintos a los usuales, aireando sus cerebros y permitiéndoles enriquecer y ampliar su conceptualización cinematográfica. 

El mismo señalamiento que se le aplica a los hacedores de cine es válido de cierta manera para la crítica, los cuales, salvo una minoría también se dificultó verlos en las salas o en los pasillos interactuando con los invitados de la industria o de la crítica, sobre este tema o aquella película.  

Si para el público en general o los hacedores es necesario ver cine de otros niveles discursivos, en el caso de los analistas es vital y obligatorio pues forma parte su modus vivendi, su ámbito profesional. Por las razones anteriores o por el hecho de cambiar de menú, pues ni Avatar, Black Panther o Megan tienen las calorías suficientes para satisfacer los exigentes apetitos de los cultores de los análisis reconocidos como tales. 

En tiempos donde la oferta es amplia, la cantidad y calidad de un público que tenga plena conciencia a la hora de elegir contenidos cinematográficos en la República Dominicana ha crecido a niveles irrisorios, de ahí los comportamientos en las salas, la baja asistencia a películas con narrativas no convencionales o tradicionales, o simplemente, la no asistencia a disfrutar de esas propuestas. Existen otros factores que no provienen de los espectadores y si más bien de los productores, distribuidores y exhibidores, como hemos planteado en otros textos. 

Más buen cine y mejores espectadores.

Una de las experiencias en el FCGSD fue ver a la gente salirse casi en masa de películas como Memoria de   Apichatpong Weerasethakul y de Toda la Belleza y la Sangre Derramada (All the Beauty and the Bloodshed) de Laura Poitras, pero es aún más triste y desalentador notar que entre la gente que se salía estaban algunos a los que les suponemos formación intelectual, inteligencia y sensibilidad. 

Es de notar que nos preocupamos enormemente, y con justa razón, por la alfabetización en sus apartados de escritura, lectura y comprensión, pero en una época donde existe una generación con extensas prácticas audiovisuales, esos planes alfabetizadores son apenas visibles, para decirlo diplomáticamente. 

La solución parcial a todas esas situaciones que lastran o inhiben la experiencia de ver cine está en implementar planes de formación que ya están dispuestos en leyes y disposiciones reglamentarias en organismos estatales o privados, pero no existen soluciones fáciles. En el caso de los hacedores y de la crítica, depende de sus niveles de conciencia. 

 Humberto Almonte

Analista de Cine.-

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