Sergio Sarita Valdez

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Ser dominicano implica alinearse con el color de nuestro equipo de béisbol favorito. Para quienes vivimos la época de los tres equipos tradicionales —Licey, Escogido y Águilas Cibaeñas—, las gorras y vestimentas eran azules, rojas y color mamey, respectivamente. Más tarde surgió el equipo de Las Estrellas Orientales, con el verde como color representativo.

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La pelota invernal comienza en octubre y culmina a principios del año siguiente, por lo que la temporada deportiva coincide con el periodo navideño, caracterizado por festejos musicales y comidas en Nochebuena y Año Nuevo.

En esta ocasión, agregaremos a la mezcla el ingrediente de la crisis haitiana y las repercusiones nacionales de las repatriaciones de cientos de criollos extraditados desde Estados Unidos por carecer de la documentación legal que les permita trabajar y vivir permanentemente en la tierra de Lincoln.
En esa combinación de alegría, ansiedad, incertidumbre, esperanzas y sueños se reparten los sentimientos de la gran familia dominicana. Dependiendo del estrato social en el que nos desenvolvemos, contaremos con los recursos financieros, emocionales y culturales para afrontar la realidad existencial del día a día. Empresarios, microempresarios, hacendados, empleados públicos y privados, profesionales liberales, militares, obreros y campesinos expresan sus opiniones acerca del presente y el futuro. Cada uno narra la verdad tal como la percibe desde su lugar en la escalera socioeconómica. El alto funcionario contempla el panorama desde su cargo, mientras que el vendedor informal juega a la lotería de la suerte.

Todos y todas se funden en medio de las emociones que surgen cuando nuestro equipo conecta un cuadrangular. Nos retiramos tristes del estadio cuando vemos caer nuestras esperanzas con el marcador que anuncia el out 27 sin hits ni carreras anotadas para nuestro conjunto. Así de triste luce la mesa de Nochebuena ante la ausencia de uno de nuestros seres queridos.

Observamos con honda preocupación el agravamiento de la crisis en la vecina nación haitiana. No se logra estabilizar un régimen político que represente genuinamente a las distintas fuerzas sociales y políticas que conforman aquella república. La inseguridad ciudadana es una constante perpetua, y servicios básicos como salud, educación, transporte y protección están prácticamente ausentes en Haití. Además, existe la amenaza de deportación de medio millón de haitianos que residen en Estados Unidos. Este último factor representa una carga explosiva que, sin duda, tendrá repercusiones directas en el territorio dominicano. Posiblemente, se genere un éxodo hacia la parte este de la isla. ¡Ojalá tal presagio se mantenga solo como una remota posibilidad!

Mantengamos la fe y unamos esfuerzos para que la temporada de béisbol y las brisas navideñas no se vean afectadas por la tormenta haitiana. ¡Que las campanas de la paz y del amor inunden nuestros corazones, contagien todo nuestro entorno y se expandan por el mundo!