Alfredo García
Para lograr objetivos de vida hay que tener metas. Se hace imperativo tener una meta para que podamos crecer y avanzar pues todo lo que se persigue tarde o temprano se logra, pero para ello hay que invocar fuerzas que sólo la perseverancia, la fe y la paciencia, desencadenan.
Abundan las historias de personas que se propusieron objetivos que al principio parecían descabellados, pero que, teniendo el tiempo, la fe y la perseverancia como aliados, se materializan, producto de los cambios dialécticos que se van operando en la vida.
Y es que la meta es la diferencia entre avanzar o retroceder, y lo que hoy es un obstáculo, mañana puede ser una ventaja, por cuanto las decisiones deben tomarse basado en las únicas tres cosas que permanecen: Dios, el cambio constante y la meta.
“El signo más evidente de que se ha comprendido la verdad es la paz interior” -Amado Nervo
Por cuanto lo que hoy ves como un obstáculo que te desanima, con el paso del tiempo desaparecerá, de manera que, si perseveras con el rumbo y la mirada fija, sentirás el viento a favor ya que es de sobresalientes resistir, persistir e insistir y nadie se arrepiente de ser valiente, aun si ha fracasado.
Pero lo que te falte para conseguir hoy, con el tiempo encontrarás la manera de hacerte de eso, si no te desanimas y mantienes el rumbo fijo ya que en el camino intuirás los ajustes que debes hacer, creando fortalezas producto de las resistencias que vas encontrando en el camino.
Lo que aquí quiero decir es que no temas ponerte metas grandes o pequeñas, posibles o imposibles, todo dependerá de la determinación que tengas y tu convencimiento de que las puedes alcanzar.
Todo lo grande inicia como un pensamiento o visión, que con la convicción de que se puede lograr se va construyendo paso a paso, hasta que se convierte en realidad.
En ese orden es bueno que sepas que toda meta puede conseguirse en la vida siempre que con fe y compromiso, se mantenga el curso en la dirección fijada, y para sustentar esta afirmación abundan los ejemplos.
En ese orden es oportuno saber que hay cosas que no se pueden medir como por ejemplo la manera como tu entusiasmo contagia a los demás, propiciando que en un momento determinado el ambiente opere a tu favor alineando las circunstancia para que te lleven a tu destino.
A veces, lo que nos hace desistir de las metas son las inseguridades, la falta de confianza en uno mismo y hasta el miedo a fracasar. Todo ello es una muestra de un profundo miedo a vivir, a experimentar y al rechazo, lo cual pone en evidencia nuestro desconocimiento de que los fracasos son enseñanzas pura y simplemente, no son descalificaciones, ni medidores de calidad profesional ni humana.
Borja Vilaseca en su libro “Encantado de Conocerme” lo sustenta diciendo que “todo lo que nos sucede es justamente lo que necesitamos para aprender a ser felices”, y yo le agrego que es lo que necesitamos aprender para lograr nuestros objetivos.
El autor también sostiene que “nuestro malestar no es una consecuencia de lo que pasa, sino de la interpretación egocéntrica que hacemos del hecho en sí”, queriendo decir, entre otras cosas, que el sufrimiento es producto de la interpretación que damos a los hechos, por ende, también tenemos la opción de interpretarlos de manera sabia, que nos evite sufrir, a partir de aceptar lo inevitable, enfrentar lo que sí podamos cambiar y entender cuando las cosas están en nuestras manos y cuando no podemos maniobrar.
Ahora bien, una de las muchas dificultades de las que se adolece a la hora de planificar es la falta de claridad de cara a lo que se quiere, siendo la multiplicidad de opciones el origen de las confusiones que nos desaniman.
Cuando se está con una disyuntiva, desanimarse no es la opción, sino más bien, preguntar a personas con más experiencias, y si ya han pasado por situaciones como las que estamos lidiando, es todavía mejor, pues así podemos “aprender en cabeza ajena”, algo que aplica muy bien el que se lleva de consejos.
Es bueno tratar de entender que experimentar en un ejercicio de prueba y error, tampoco es descabellado, siempre que el contexto lo permita y se haga bajo riesgos controlados, pues como siempre he dicho, no hay mejores indicadores y maestros que los errores para generar conocimientos.
En definitiva, para crecer, hay que tener metas claras que despierten el deseo de avanzar en función de un objetivo que nos motive y así sacar desde el interior todo el equipamiento que se tiene, apelando a los dones que como todo ser humano tenemos, pues de lo contrario se corre el riesgo de un estancamiento que nos haga decrecer.
Quiero recordar que los talentos cuando no se usan, se atrofian, y una manera para descubrir de lo que somos capaces es posicionándonos ante desafíos que nos lleven sacar esa inventiva, que sólo la necesidad estimula, en aras de crecer a partir de nuevas experiencias que propicien la construcción de nuevos conocimientos que sean de utilidad para nuestro presente y futuro.