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Santo Domingo

El papa Francisco

Manuel Hernández Villeta

El Papa Francisco deja un gran legado. Su ministerio se destacó por la lucha contra la pobreza extrema, enfrentar las guerras, poner fin a las intolerancias, y ser un misionero de la equidad y la justicia.

De ahora en adelante, la iglesia católica a nivel mundial tiene grandes retos de por medio. Debe ser más humana, ir al corazón de los pobres, mantener la esperanza en aquellos que lo han perdido todo. Es un salto difícil de dar, en una cúpula cada día más conservadora.

Pero después del Papa Francisco, la iglesia católica está obligada a seguir los cambios internos, y continuar levantando la bandera de lucha contra las desigualdades sociales, las injusticias, y las guerras por motivos territoriales o económicos.

Parece que es una tarea difícil pero no imposible. Francisco lo inició pero le faltó tiempo para lograr suavizar corazones endurecidos en los atropellos a los indefensos, pero su mensaje caló en la conciencia de los desamparados.

El Papa Francisco conoció en carne viva los atropellos y las violaciones al derecho a la vida de los poderosos, con los gobiernos militares del cono Sur de América Latina. Desde allí se amplía su amor por los desamparados y condenar las injusticias.

Lo ideal es que nunca jamás, la iglesia calle su voz ante los atropellos, las violaciones al sagrado derecho a la vida, las persecuciones por contradicciones de fe, y enseñe y milite el lenguaje de paz y armonía. El Papa Francisco deja su legado de estar junto a los desesperados de la tierra.

El mundo necesita la racionalidad de un hombre nuevo, sin tener las manos manchadas de sangre por las guerras inexplicables, listo a emprender el camino de la redención en lo divino y en lo material.

Pero la iglesia, sin Francisco, también encara la responsabilidad de transitar en un siglo 21 donde se reduce la vocación sacerdotal, y los jóvenes prefieren otros derroteros, en vez de entrar al clero.

Deberá la iglesia también enfrentar los abusos sexuales y los acosos en el seno del clero. Es una mancha que tiene que ser lavada y sus responsables sacados de los templos y pasados a la justicia de los hombres.

Solo el surgimiento del hombre nuevo hará posible a la iglesia avanzar, haciendo necesaria la autocrítica y poniendo empeño en acabar con las injusticias del mundo.

El Papa Francisco trató de acabar con esos abusos y atropellos, enquistados en el seno de la iglesia, y siempre tuvo un mensaje esperanzador para las víctimas de la sin razón. Nos inclinamos ante el legado de paz y solidaridad del Papa Francisco.

 

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