El miedo a los conflictos sociales pudo haber influido en el crecimiento de las poblaciones europeas prehistóricas tanto como los propios conflictos, al afectar a dónde y cómo se asentaba la gente, según un estudio publicado en el Journal of the Royal Society Interface.
Desde el final de la última Edad de Hielo, el crecimiento de la población humana se caracterizó por periodos de rápida expansión seguidos de fuertes descensos, unas tendencias de las que solo se conocen parcialmente las razones.
Un equipo encabezado por el Complexity Science Hub de Viena ya había demostrado que los conflictos sociales, más que los factores ambientales, o además de ellos, podrían haber influido significativamente en estos patrones y ahora añaden otra pieza al rompecabezas.
Las guerras y los conflictos no solo causan víctimas directas, sino que crean una atmósfera de angustia y miedo, que afecta a dónde y cómo se asienta la gente, lo que “podría haber influido sustancialmente en la evolución de la población en Europa”, señala la investigación.
Los efectos indirectos de los conflictos podrían haber causado importantes fluctuaciones demográficas a largo plazo en sociedades no estatales, como en la Europa neolítica (entre el 7.000 y el 3.000 a.C.), según las conclusiones del estudio.
“Nuestro modelo muestra que el miedo a los conflictos provocó un descenso de la población en zonas potencialmente peligrosas. Como resultado, la gente se concentró en lugares más seguros, como las cimas de las colinas, donde la superpoblación podía provocar una mayor mortalidad y una menor fertilidad”, explicó Daniel Kondor, del Complexity Science Hub (CSH)
El equipo realizó simulaciones cuyos resultados “concuerdan perfectamente con pruebas empíricas del trabajo arqueológico sobre el terreno”, por ejemplo en el yacimiento neolítico tardío de Kapellenberg, cerca de Fráncfort, datado en torno al 3700 a.C.
“Como allí, tenemos muchos casos de abandono temporal de tierras agrícolas abiertas, asociado a una retirada de los grupos a lugares bien defendibles y a considerables inversiones en sistemas de defensa a gran escala como murallas, empalizadas y fosos”, explica Detlef Gronenborn, del Centro Leibniz de Arqueología (Alemania).
Esta concentración de personas en lugares específicos, a menudo bien defendidos, podría haber dado lugar a crecientes disparidades de riqueza y a estructuras políticas que justificaran estas diferencias, agregan los investigadores.
De ese modo, los efectos indirectos del conflicto también “podrían haber desempeñado un papel crucial en la aparición de unidades políticas más grandes y el surgimiento de los primeros estados”.