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El Líbano, aún fragmentado y en punto de inflexión medio siglo después de su guerra civil

Noemí Jabois

Beirut.– El Líbano conmemora este domingo el quincuagésimo aniversario del inicio de su guerra civil con muchas de las variables que definieron aquellos 15 años de batallas internas e intervenciones extranjeras aún presentes, pero en un punto de inflexión tras salir recientemente de otro conflicto.

La guerra civil, que causó cerca de 150.000 muertos y desplazó a casi un millón de personas, estalló en un contexto de crecientes desigualdades entre dos bandos a menudo reducidos a cristianos y musulmanes, con la participación de facciones palestinas afincadas en el Líbano.

Estas son algunas claves para entender cómo ha evolucionado el país desde entonces y su lista de problemas enquistados:

1. Divisiones sectarias

Hace casi 35 años que el Acuerdo de Taif pusiera fin al conflicto, con la promesa de abolir las divisiones entre grupos religiosos y reequilibrando la balanza de poder con base al sistema de reparto ya pactado desde 1943: un presidente cristiano, un primer ministro musulmán suní y un jefe del Parlamento chií.

Sin embargo, el Líbano, con su miríada de 18 comunidades religiosas reconocidas, todavía sigue fragmentado hasta el punto de que nadie se ha atrevido siquiera a actualizar el último censo de hace casi un siglo, pues se cree que los musulmanes son ya una mayoría considerable en el país.

El Acuerdo de Taif establece que hasta los escaños del Legislativo se reparten de forma proporcional para evitar trifulcas, pese a que un 63 % de los encuestados por la consultora Information International con motivo del aniversario de la guerra abogan por abolir la política sectaria y establecer un sistema secular.

2. Las mismas caras

Aunque el pacto que puso fin al conflicto estipulaba la disolución de “todas” las milicias del Líbano, muchas de ellas continuaron hasta la actualidad como partidos políticos, a menudo lideradas por los mismos señores de la guerra o, en su defecto, por sus hijos o parientes de turno.

Nabih Berri, el líder del grupo chií Amal, cuya rama armada participó en la guerra civil, lleva siendo el presidente del Parlamento libanés de forma ininterrumpida desde 1992. Entre los antiguos comandantes de milicia hoy clave en política están Samir Geagea, de las cristianas Fuerzas Libanesas, o el druso Walid Jumblatt, del Partido Socialista Progresista.

En 2019, libaneses de todos los estratos de la sociedad se unieron en las calles para demandar la salida de la clase dirigente parapetada en el poder, pero apenas un año después de que las protestas masivas forzaran la dimisión del entonces primer ministro Saad Hariri, este era nombrado de nuevo para el puesto.

3. Un halo de cambio

Este enero, tras más de dos años de vacíos institucionales por falta de consenso entre el fragmentado espectro político y en plena resaca tras la guerra del pasado año entre el grupo chií Hizbulá e Israel, llegaron Joseph Aoun a la Presidencia y Nawaf Salam a la jefatura de Gobierno.

El uno excomandante del Ejército y el otro expresidente de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), esgrimen la promesa de conseguir que solo las Fuerzas Armadas posean armamento en el país y estarían trabajando hacia una estrategia de defensa nacional que incluya el desarme de Hizbulá.

El movimiento chií es la única milicia libanesa que no se desarmó al calor del Acuerdo de Taif y, habiendo librado dos guerras con Israel desde aquel pacto, se muestra ahora en disputa a un diálogo para trazar una estrategia de seguridad, según anunció esta semana su diputado Hasán Fadlallah.

4. ‘La guerra de otros’

A medio siglo del inicio de la guerra civil, el Líbano se encuentra en un punto de inflexión, al igual que sus vecinos Siria, recién salido de una dictadura de más de 50 años por parte de los Al Asad, e Israel, embarcado en su guerra contra Gaza entre crisis internas.

Ambos fueron actores clave en el conflicto libanés, lanzando sendas ocupaciones que en el caso del Estado judío llegó a suponer un asedio a la mitad occidental de Beirut para forzar la salida de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y su entonces líder Yaser Arafat.

El Líbano aún es muy vulnerable a las injerencias extranjeras, no solo de sus vecinos sino también de Irán o Arabia Saudí, mecenas de dos fuerzas políticas clave. Pero hoy la palma se la lleva Washington, que medió el acuerdo de alto el fuego del pasado noviembre con Israel y promovió la elección de Aoun como presidente.

Con Estados Unidos tratando de hacer uso de su nueva influencia en el Líbano para borrar a Hizbulá del mapa, los ánimos todavía revueltos y el desarme en el aire, más del 50 % de los libaneses temen una nueva guerra civil, según la reciente encuesta de Information International. EFE

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