María Montecelos
Un suelo de cemento y unas columnas rodeadas de un jardín memorial es todo lo que queda de un lugar que puede considerarse el hogar de la resistencia antitrujillista, punto de encuentro de la clandestinidad que alimentó un movimiento contra el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961).
La casa de Patria Mirabal y Pedrito González, en Conuco, Salcedo, en lo que hoy es la provincia norteña de Hermanas Mirabal, acogió esas reuniones que derivaron en el nacimiento, en enero de 1960, del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, cuyo objetivo era acabar con el tirano.
Este 23 de noviembre el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana (MMRD) inaugura una exposición “sin precedentes” sobre la historia del matrimonio “a través de su casa, que fue un hogar de resistencia” y conspiración, donde, además de reuniones clandestinas, se fabricaban explosivos y se guardaban materiales, explicó a EFE la directora del centro, Luisa de Peña.
Es una visión que va más allá de la sobradamente conocida historia de las hermanas Mirabal, “las mariposas”, símbolo internacional de la lucha contra la violencia contra la mujer y asesinadas por orden del sátrapa el 25 de noviembre de 1960.
“Es interesante porque la gente piensa que fue una resistencia romántica y suicida… no”, dijo tajante De Peña. “Fue una resistencia planificada” que se enfrentaba “a la dictadura más sangrienta y mejor organizada de Latinoamérica de la primera mitad del S.XX”.
ACTIVIDADES CLANDESTINAS
Noris González Mirabal, hija de Patria y Pedrito y que tenía 15 años cuando mataron a palos a su madre y sus tías, formó parte de la lucha libertaria que se desarrolló en su hogar hasta entonces y, con motivo de esta exposición, compartió con EFE los recuerdos que conserva del alarde de rebeldía de su familia.
“Aprendimos desde pequeñas a no hablar alto de nada que fuera oposición al régimen. Había que cuidarse porque las paredes oían. Siempre había que hablar bajo”, aunque la gran hospitalidad de Patria, con múltiples visitas, contribuyó a no despertar sospechas sobre las actividades en la casa.
Una de las tareas consistía en preparar artefactos explosivos de manera artesanal, sacando la pólvora de cohetes chinos vendidos en colmados y que realizaban por la noche, arropados por la música de la radio a un volumen considerable una vez se retiraba el servicio y luego dejando todo limpio.
“Ayudábamos a sacar la pólvora”, aunque los artefactos no se preparaban con afán destructor ni para matar, sino “para hacer ruido y llamar la atención. Yo participaba en esa actividad y me ocupaba de la limpieza porque al otro día en la mañana uno veía” los restos de explosivo. “¡Ay, si el servicio ve eso!”, indicó.
Cuando se descubrió el movimiento clandestino y gran parte de la familia cayó presa -Minerva y María Teresa Mirabal, Pedrito, Nelson (hijo mayor del matrimonio), varios primos y cuñados- y otros muchos hombres y mujeres contrarios al régimen, Patria era la única que quedaba fuera de prisión, de modo que ella sola se ocupaba de mantener viva la resistencia.
Eso implicaba informar a los que estaban en la cárcel (primero en la 40 y luego en La Victoria) de lo que ocurría fuera, mediante mensajes escritos que escondía en su ropa: descosía los ruedos (bajos), introducía papeles enrollados y volvía a coser para cumplir con esa peligrosa misión.
A la familia le quitaron sus bienes y la casa se puso en subasta de manera ficticia, pero en realidad Trujillo se la regaló a Alicinio Peña Rivera, jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) para la región norte, que desarmó ese fuerte de la resistencia dejándolo en ruinas, como se ve hoy día, para usar la madera en una vivienda que se estaba construyendo.
Peña Rivera fue quien, posteriormente, dirigió el asesinato de las Mirabal, capturadas en el puente de Marapicá junto a Rufino Ruíz, que conducía el vehículo en el que viajaban.
Patria, rebelde hasta el final “se zafó de esos esbirros” enviados por Trujillo y “se abalanzó contra un camión del seguro social: ‘Avisen a la familia Mirabal que nos quieren matar'”, dijo a sus ocupantes antes de que la arrancaran de ahí para ejecutar el plan trazado. “Es la parte más fuerte de la historia” para Noris.
SEGUIR CONTANDO LA HISTORIA
Con motivo de esta exposición, hijos, nietos y biznietos de Patria y Pedrito han acudido al MMRD haciendo gala de la unidad de una familia que ha heredado sus valores y, en el caso de unas de las hijas de Noris, un físico impactante por ser la viva imagen de su abuela, con la que también comparte nombre.
Siempre con el desvelo por mantener viva la memoria de lo ocurrido, “les digo a los muchachos que deben tomar la antorcha” porque “después de que yo pierda la razón, desaparezca, tienen que contar la historia” para que, insistió Noris, no vuelva a repetirse. EFE