Juan Palop
La Habana. El Partido Comunista de Cuba (PCC, único legal) y el Gobierno de la isla están impulsando un cierre de filas político coincidiendo con la aplicación de uno de los mayores planes de ajuste económico en décadas, unas medidas impopulares y con importantes repercusiones sociales.
Expertos y observadores coinciden en este análisis y destacan el desgaste político de la dirección del país por la grave crisis económica que sufren los cubanos desde hace tres años, con escasez de alimentos, medicinas y combustibles, inflación galopante, fuerte depreciación de la moneda nacional y frecuentes apagones.
El exdiplomático y analista cubano Carlos Alzugaray argumenta a EFE que el “fracaso constante de las políticas económicas” ha atizado una “crisis política” en el país en la que los actuales dirigentes han perdido parte de la “credibilidad” y el “capital político” de sus predecesores.
Agrega que las diferencias dentro de la élite, tanto las generacionales como las de estrategia para afrontar las crisis “económica, social y política”, están generando “tensiones internas”, de ahí que se impulse “una campaña ideológica apelando a la unidad y a la conciencia”.
El profesor universitario de Estudios Cubanos Michael Bustamante subraya a EFE la “crisis de confianza” y el “malestar” que ha generado el plan de ajuste en la población y también “dentro de las propias filas de la burocracia gubernamental”.
“Varios llamados a la unidad sin duda responden a ese clima generalizado de duda, frustración y hasta furia con la gestión económica de las autoridades”, destaca.
Por su parte, el profesor de Relaciones Internacionales Arturo López-Levy apunta a EFE que el “llamado a filas” busca “asentar la maquinaria política” para tratar de “navegar los retos políticos derivados” de las medidas económicas, a su juicio “necesarias”.
“Si el cambio económico es el más urgente, el cambio más difícil son las consecuencias políticas de las reformas económicas, porque implican cuestionamientos significativos del sistema”, como por ejemplo el aumento de la desigualdad, indica.
Raúl y la unidad
El primer llamado fue del expresidente Raúl Castro el pasado 1 de enero, que de forma significativa dio el discurso final de la celebración por el aniversario del triunfo de la revolución en 1959 en una rara intervención pública y pese a estar oficialmente retirado.
“Mientras mayores sean las dificultades y los peligros, más exigencia, disciplina y unidad se requieren”, dijo Raúl, quien mantiene un peso específico sin igual en la élite político-militar.
El general de ejército reiteró su apelación a la “unidad” del PCC, el Gobierno y las Fuerzas Armadas como “escudo” del sistema y su “principal arma estratégica”.
Además, ratificó “la confianza” en los actuales dirigentes de la “generación histórica”, en referencia a quienes como él hicieron la revolución: un grupo menguante de militares y políticos con décadas en cargos de poder y que en algunos casos, a pesar de tener más de 90 años, continúan en activo.
Precisamente sus cuatro principales representantes -Castro, Ramiro Valdés, Guillermo García Frías y José Ramón Machado Ventura- se sumaron de forma inusual el pasado sábado al tradicional acto patriótico de la Marcha de las Antorchas, apareciendo en primera fila junto al presidente y primer secretario del PCC, Miguel Díaz-Canel.
En esta línea parecen apuntar también la reciente actualización del Código de Ética para los Cuadros de la Revolución y la puesta en marcha de una serie de “procesos políticos” en el partido, las organizaciones en su órbita, la administración y la sociedad para “acompañar la implementación” del plan de ajuste.
Estos esfuerzos, según López-Levy, buscan llegar a “la base política” del Gobierno y a la población cubana menos ideologizada, en busca de potenciales apoyos.
Alzugaray, por su parte, ve “poco probable” que esta estrategia “tenga éxito”, porque las medidas del plan de ajuste “agudizarán la crisis social”: “Sin resultados económicos palpables será muy difícil para el Gobierno retomar la iniciativa”, comenta.
Bustamante cree que el Gobierno podría ganar “credibilidad” aplicando un plan “consistente y más profundo de reformas estructurales”, en lugar de dedicar tiempo a “ritos políticos que nada sirven para resolver los grandes problemas”.
Medidas “impostergables”
El presidente cubano, que ha calificado la situación de “economía de guerra”, subrayó que “las medidas son necesarias e impostergables”, porque “corrigen profundas distorsiones y desviaciones estructurales” económicas.
Entre ellas destacan las subidas de entre el 400 y el 450 % en los combustibles, que deberían haber entrado en vigor este jueves pero que se retrasaron “hasta nuevo aviso” después de que el Gobierno denunciase un ataque informático.
Están previstos también incrementos en las tarifas de la electricidad, el agua y el gas; incrementos de entre el 400 y el 600 % en el transporte interurbano (también suspendidas); una nueva devaluación del peso cubano aún sin perfilar y el fin de los subsidios universales a bienes de consumo, para pasar a un sistema de subsidios a personas.
Díaz-Canel ha insistido en que se protegerá a los vulnerables y asegurado que “son medidas encaminadas a estabilizar macroeconómicamente el país, defendiendo las conquistas sociales”.
La situación es crítica: la economía cubana se contrajo en 2023 entre un 1 y un 2 %, con lo que sigue por debajo del nivel de 2019, y el déficit público para este año se estima en un 18,5 % del PIB, una tasa algo superior a la del ejercicio previo y que supone el quinto año consecutivo de abultados números rojos en las cuentas públicas.
La situación, complicada desde hace décadas, se ha deteriorado enormemente en los últimos tres años por la pandemia, el endurecimiento de las sanciones estadounidenses y los errores en la política económica nacional. EFE