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Santo Domingo

El avance de las bandas armadas impacta también en fronterizo mercado dominico-haitiano

Orlando Baría

El hasta hace poco dinámico mercado binacional en la localidad de Elías Piña, oeste de República Dominicana, presenta un aspecto totalmente distinto, con muy poca actividad, a causa del temor a la violencia en Haití por el avance de las bandas criminales en poblados cercanos a este punto fronterizo.

Como en los otros pasos limítrofes entre República Dominicana y Haití, lunes y viernes, a las 8 de la mañana, las autoridades abren los portones para que comience el enorme flujo de quienes ingresan al mercado a comprar diversos productos que abastecen a Haití.

Sin embargo, esto ha ido cambiando estos días debido a que la situación en Haití se ha convertido en una grave amenaza a la seguridad nacional, según admitió la semana pasada el canciller dominicano, Roberto Álvarez, en la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU para dar seguimiento a la crisis en ese país, donde más de 5.600 personas murieron el año pasado como consecuencia de las acciones de bandas criminales.

En esa misma intervención, Álvarez recordó que este mes los grupos armados atacaron la comunidad de Mirebalais, a unos 50 kilómetros de Elías Piña, y ocuparon la sede del consulado dominicano, aunque “afortunadamente” el personal que custodiaba el edificio había sido retirado previamente, para agregar que “los criminales han amenazado con seguir su marcha desde Mirebalais hasta la frontera dominicana”.

La situación mantiene en incertidumbre la zona, hasta el punto de que un militar que vigila el funcionamiento del mercado comenta a EFE que “hasta hace un mes pasaban unos 400 camiones y se iban cargados de mercaderías hacia Puerto Príncipe y ahora solo cruzan unos 40”.

Jaime Peguero, un comerciante que lleva 13 años vendiendo al por mayor harina, aceite, maíz y detergente a colegas haitianos, dijo a EFE que “las ventas han caído en un 90 %, producto de las bandas que se han apoderado de sectores cercanos aquí de la frontera, como por ejemplo Mirebalais y Las Caobas”.

“Los haitianos tiene temor de venir a comprar porque (los pandilleros) les quitan las mercancías, les atracan los camiones, por lo que ahora solo hay gente de aquí cerca, caminando a pie, ya no tenemos ese flujo de comerciantes haitianos que venían a comprar”, añadió.

Ahora la mercancía se traslada casi únicamente en motocarros y en carretillas hacia el vecino país.

Vigilancia reforzada

Los miembros del Cuerpo Especializado en Seguridad Fronteriza Terrestre (Cesfront) de República Dominicana se mantienen atentos: es evidente que la vigilancia se ha reforzado en Elías Piña, tanto en el puesto limítrofe, donde cada haitiano que ingresa a territorio dominicano es revisado a fin de que no lleve ningún objeto prohibido, como también en las calles por las que se extiende el mercado binacional.

Anthony Félix, un joven comerciante haitiano, dijo a EFE que se traslada desde el poblado de Cachimán, próximo a Belladere, localidad fronteriza con Elías Piña, a vender ropa en el mercado, donde, aseguró que “antes vendía entre 15 y 20.000 pesos, pero ahora mismo no hay nada”.

“Ya uno solo viene a buscar la comida. Ya no pasan los camiones y también la gente tiene miedo de pasar, por las bandas armadas, que ya han tomado Mirebalais”, agregó.

Si las bandas siguen avanzando “van a matar a toda la gente. La única opción es correr o morir. Correr hacia los montes, si es que hay tiempo para correr. La gente ya duerme con un ojo cerrado y el otro abierto, por las bandas”, apuntó.

Magaly Marcelina, deportada desde República Dominicana, donde asegura que vivió por 26 años, y que también vende ropa en el mercado binacional, contó a EFE que “hay mucha gente que anda en la loma, sin tener dónde ir, durmiendo por ahí con muchachos chiquitos”, en referencia a algunas familias que han huido tras los ataques de las bandas a Mirebalais.

“Tengo mucho miedo a que lleguen las bandas a mi ciudad porque ellos pueden hallar a una mujer embarazada y matarla”, dijo.

“Antes nosotros vendíamos mucho, pero ya no hay movimiento y no se vende nada. Así que ahora el dueño me paga 300 pesos (5 dólares)”, que es el dinero con el que regresa a Haití, tras una larga jornada de trabajo bajo un intenso sol.

“Estamos preocupados por si llegan al portón fronterizo, pero quiera dios que así no sea, esperemos que esa gente no se aproxime más. Uno siempre tiene temor, pero estamos asegurados aquí por el Ejército y por el muro fronterizo”, concluye, por su lado, Peguero.

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