Nora Quintanilla
Nueva York.- La inmigración se ha convertido de nuevo en un arma electoral en Estados Unidos, pero esta vez ambos candidatos ponen el foco en el mismo ‘problema’, los cruces ilegales en la frontera, sin apelar a los beneficios que aporta en un país donde una gran parte de la población tiene orígenes extranjeros.
“Aunque los políticos republicanos y demócratas pueden diferir claramente en tono y matices, hoy hay mucho más alineamiento entre los dos partidos, al menos en políticas fronterizas, que en ningún otro punto de las últimas dos décadas”, señala un estudio reciente del Migration Policy Center.
El candidato republicano, el expresidente Donald Trump (2017-2021), usa el tono más duro, con arengas similares al “ellos contra nosotros” y propuestas como la deportación masiva y la eliminación de la ciudadanía por nacimiento para atajar la criminalidad y la pérdida de empleos, fenómenos que él vincula con la inmigración.
Desde que comenzó el mandato del presidente Joe Biden, en 2021, las patrullas en la frontera con México han tenido 8,6 millones de “encuentros” con inmigrantes que cruzaban a EE.UU., incluido un récord en 2023, pero esa cifra se ha “desplomado” este año por las acciones de ambos países, según un informe de Pew Research.
Y a pesar de eso, la seguridad en la frontera sigue siendo un tema clave en las elecciones: el 88 % de los votantes registrados están a favor de reforzarla y lo defienden tanto republicanos (96 %) como demócratas (80 %), agrega esa entidad, citando una encuesta de agosto.
Un país que cierra las puertas
Los dos últimos años han estado marcados por la redistribución de solicitantes de asilo por todo el país, muchos fletados en autobuses por los gobiernos republicanos de Texas y Arizona a ciudades demócratas como Nueva York, que ha recibido 210.000, un aluvión que ha puesto en crisis el sistema público de albergues (65.000 nuevos huéspedes).
En esta ciudad es fácil ver en el metro a jóvenes madres que venden dulces con sus bebés a cuestas o familias deambulando cerca de albergues. Son los rostros de la ola de inmigrantes que ha gestionado una administración que ha sufrido un desgaste de imagen por la carga económica y por los delitos cometidos por inmigrantes, escasos pero muy mediáticos.
Si Biden en 2019 los invitaba a escapar de regímenes opresivos hacia un país de puertas abiertas levantado por inmigrantes, esa postura ha cambiado a un “Mejor, no vengan”, tanto en su discurso como en políticas más restrictivas. Tampoco la vicepresidenta Kamala Harris, su heredera en la carrera electoral, ha cambiado el tono.
Harris, que enarbola su historial como fiscal de San Francisco, propone reforzar la frontera e incrementar las restricciones a la inmigración, medidas que ejemplifican ese cierre de puertas en paralelo al programa de último minuto de la Administración Biden para regularizar a esposos indocumentados de estadounidenses.
La candidata demócrata ha admitido que el sistema migratorio estadounidense está “roto”, y organizaciones como la Unión de Libertades Civiles (ACLU) se preparan para el despliegue de una “máquina de deportación” gubernamental en la frontera por parte de “futuras administraciones”, sin distinción.
De hecho, la vicepresidenta ha prometido reavivar un proyecto de ley negociado por ambos partidos que incluía las mayores restricciones al sistema de asilo en años, y que Biden comenzó a aplicar por la vía ejecutiva tras el rechazo, alentado por Trump, de los republicanos en el Congreso hace unos meses.
Un discurso estigmatizador con consecuencias
Mientras tanto, Trump ha redoblado un discurso estigmatizador que compara a los inmigrantes con “asesinos, violadores, rufianes, vendedores de droga y pandilleros”, acusa a Harris de haberlos “traído” y promete “liberar” al país. Ha llegado a acusar a los haitianos de “comerse” las mascotas de los estadounidenses.
El profesor de la Universidad de Míchigan William Lopez, especializado en salud pública y estudios latinos, señala a EFE que aunque ambos candidatos ponen el foto en la frontera, el discurso de Trump es “deshumanizador”,y no le importa “que su público piense que todos los inmigrantes son peligrosos”.
Esas ideas han calado en figuras como el empresario Elon Musk, nacido en Sudáfrica, que usa su red X de altavoz: hace poco dijo que los demócratas quieren regularizar a indocumentados para obtener su voto, cuando un proceso de naturalización puede llevar desde cinco hasta diez años o más, si tiene éxito, y en todo ese tiempo el inmigrante no puede votar.
Lopez, autor de ‘Separados: la familia y la comunidad después de una redada de inmigración’, cree que Trump ha empujado su lenguaje “tan a la derecha, que la izquierda no tiene que decir nada que agite a sus votantes”; Harris, por ejemplo, prefiere recordar al público que siendo fiscal “puso a inmigrantes indocumentados en la cárcel”.
Estados Unidos tiene unos 330 millones de habitantes, de los cuales son inmigrantes casi 48 millones -la inmensa mayoría naturalizados o con permiso de residencia permanente- y dentro de este número unos 11 millones no tienen documentación legal. EFE