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Santo Domingo

Dictadura, resistencia y memoria  en el documental El Silencio del Topo  

Humberto Almonte

Analista de Cine.

Asomarse a la multiplicidad de vías que abre un documental como El Silencio del Topo es entrar en la noche oscura de los regímenes militares que han asolado a América Latina. Lo significativo de esta obra es que en su recorrido hunde sus raíces en los efectos de coerción ejercida sobre toda una sociedad. Todo ello en nombre de la particular visión de la democracia que tienen estos pretorianos modernos.

La obra está situada  a finales de los años 70 cuando el periodista denominado el “El topo” se infiltróó en el corazón de uno de los gobiernos más represivos de Guatemala. Hoy, la búsqueda de esta historia insólita abre grietas en los silencios de un país.  

El contexto histórico nos habla de que la guerra interna en Guatemala duró 36 años (1960-1996) durante los cuales fueron asesinadas más de 200.000 personas y 45.000 fueron desaparecidas. En los años 70’ fueron creados, de forma clandestina, escuadrones de la muerte para eliminar cualquier tipo de oposición. Desde estudiantes a militantes guerrilleros fueron eliminados sistemáticamente y precedió la política de tierra arrasada contra las comunidades campesinas e indígenas en los años 1980-1984, casos que debido a las presiones de la sociedad civil llegaron a las instancias judiciales en la década del 2000.

En la persona de Elías Barahona recayó la pesada misión de mirar, oír pero no de olvidar. Elías el periodista, el militante y el padre, es el Prometeo de Guatemala que salvó vidas, guardó informaciones y testimonios desde dentro del régimen. A cambio, cosechó el desprecio de quienes lo creyeron colaborador, se fue al exilio y vivió el resto de su vida bajo la posibilidad de ser asesinado. 

Taracena escoge el testimonio de Elías como el punto de partida que intenta romper las telarañas de la oscuridad tejida por los militares, de sus intentos de borrar los rastros de la barbarie, de intentar eliminar la memoria audiovisual o las voces de los testigos, sin darse cuenta de que el crimen perfecto no existe. El Silencio del Topo es un ejercicio de recuperación de la memoria desde la perspectiva cinematográfica.

Silencios que matan.

La travesía del rio de la memoria que emprende la realizadora se apoya en una doble articulación conceptual, una son los testimonios de Elías Barahona y otros protagonistas de aquella difícil época, y la otra es la práctica de una especie de arqueología de las imágenes y los sonidos, la búsqueda exhaustiva de testimonios audiovisuales que documenten las violaciones de los derechos humanos.

Los usos y costumbres de las dictaduras militares siguen el guion contrainsurgente norteamericano, como narra Barahona en el video de una entrevista, en lo relativo a descabezar las resistencias con la técnica de la tierra arrasada para dejar en blanco las páginas de la historia, buscando la absolución por falta de pruebas. Este topo dotado de conciencia guardó pruebas y las revelo en su momento incidiendo en la condenación judicial y moral de algunos protagonistas de los hechos.

Escarbando en la memoria de Elías, Gustavo, Ricardo, Guillermo, de Patty, hija de Elías, y rebuscando en las poquísimas imágenes sobrevivientes, Taracena establece esta doble línea argumental para demostrar que el régimen del general Romeo Lucas García, del general Efraín Ríos Montt y otros militares, pretendieron desaparecer a las personas y sus recuerdos,  y además, borrar la memoria audiovisual.

La propuesta de este documental acierta en su mirada bifronte que observa el pasado y el presente al mismo tiempo, porque las huellas de la represión se pueden ver en todas partes,  pues como asegura la realizadora y narradora: “Con el legado de un estado represivo y la sombra del crimen organizado, la muerte sigue flotando en las calles”.

El costo pagado por Barahona fue terrible en lo emocional porque en la lucha contra la dictadura militar fue despreciado por quienes lo sindicaban como colaborador del régimen, por ignorar su verdadero papel, por soportar a un sicópata como su jefe, el ministro de gobernación Donaldo Álvarez Ruiz,  y después, vivir y padecer un largo exilio, un trayecto que lo coloca en el sendero heroico, aunque sea el de un héroe modesto que nunca reclamó tal condición.

Memoria y justicia.

La sistemática, pensada y digamos que exitosa estrategia de desaparecer las imágenes y los sonidos, es resaltada por la realizadora a lo largo del metraje de esta obra por ser una muestra del poder acusatorio del audiovisual, y para el espectador un recordatorio de la conciencia que tienen los regímenes represivos sobre este tema.

El Silencio del Topo, documental presentado por el Festival de Cine Global Dominicano y la representación enviada por Guatemala a los premios Oscar, es la propuesta de su realizadora Anaïs Taracena para documentar los horrores de la dictadura militar, impedir la desaparición de la memoria de esos hechos e insistir en que se haga justicia, lo que convierte a esta película en una obra importante dentro del cine político.

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