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Santo Domingo

Desde Kenia

Manuel Hernández Villeta

La intervención militar haitiana es la única salida a cal y canto de la crisis en tierra de negros, mulatos y blancos. Lo ideal y la esperanza, es que esa virtual guerra civil no genere problemas a lo interno en la República Dominicana.

Las intervenciones militares son odiosas, y los correctivos muchas veces violadores de los derechos humanos. Recién comienza la llegada de los kenianos, por lo que todo queda a la espera de los acontecimientos.

La lógica de la intervención es mantener la paz, y que se paren los secuestros, las violaciones, los atracos y que comience a florecer la democracia.

En Haití se necesita de un gobierno que sea un catalizador democrático, que pueda convocar a elecciones libres y que consiga la potencia para gobernar sin una fuerza militar extraña dándole apoyo y sostén.

Por principios, somos partidarios de la autodeterminación de los pueblos. Las intervenciones siempre son odiosas, aunque en un momento se ven como necesarias. Solo nuevas desgracias trae la llegada de tropas internacionales pisoteando tierra ajena.

Las pandillas, al momento de bajar los soldados kenianos, son la fuerza decisiva en el país. Esa correlación puede cambiar en los próximos días. Hay que ver primero si hay intenciones de negociar con los jefes proscriptos, o sólo se les va a perseguir.

No se justificaría hacer un gasto en vidas y recursos económicos, para ir a mantener el poder de los antisociales, y hasta darle un área de poder. El timorato gobierno pudo hacerlo sin ningún sonrojo. La comunidad internacional lo que exige es el acallamiento de las pandillas.

Los Estados Unidos en estas crisis sociales armadas, no tiene enemigos ni amigos, solo compañeros de ruta. Se podría dar que inclusive se incline a negociar con una pandilla fuerte y exterminar a las demás.

De grupo pandillleros nacieron los gobiernos de puño de hierro dentro del período de la guerra fría. Haití no ha evolucionado ni social ni políticamente, y dependiente de la República Dominicana. Una guerra corta sería saludable. Es difícil par los Estados Unidos, la Organización de las Naciones Unidas entrar en una lucha de guerrillas prologada en Haití. Ese no es el propósito.

El papel de la República dominicana es comprender que esta no es su guerra. Tiene que surgir con su agenda de deportación de ilegales, y mantener la frontera cerrada. También debe rechazar la posibilidad de establecer campamentos de refugiados en nuestro país.

Con reformas impositivas y constitucionales a la vista, meter a los haitianos como un problema local sería devastador. Podría correr peligro la soberanía,el territorio y la patria misma.

 

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