Sergio Sarita Valdez
Uno de los ensayos socio-históricos más valiosos escritos por Juan Bosch es sin duda la “Composición Social Dominicana”.
Don Juan le dedica todo un capítulo al tema de la Revolución Haitiana. Tan importante era para Francia dicha colonia antillana, que con el fin de sofocar la revuelta, Napoleón Bonaparte envió a su cuñado Leclerc al frente de un ejército que arribó a Samaná el 29 de enero de 1802.
Reseña el autor: “Una epidemia de fiebre amarilla mató a millares de soldados franceses, y Leclerc el cuñado de Napoleón, fue una de las víctimas de la enfermedad”. En términos simples, el mosquito Aedes aegypti, vector transmisor de ese mal, había diezmado a tan poderosa armada.
Un martes 23 de enero de 1990 se publicó un artículo nuestro titulado: “Dengue otra vez”.
Por su relevancia y vigencia actual me propongo repetir varios de sus párrafos que reproduzco a continuación: “La zona tropical y sus áreas aledañas mantienen ciertas condiciones climáticas de humedad, lluvia y calor que junto a su tupida vegetación la hacen un terreno ideal para la persistencia de una variedad de insectos, incluyendo artrópodos como los mosquitos. Estos últimos pueden ser vectores de un gran número de microbios capaces de producir serias enfermedades en los humanos tales como la fiebre amarilla, la encefalitis y la filariasis para sólo citar unas cuantas dolencias.
El dengue, también conocido como fiebre rompe hueso, ha permanecido en la Región del Caribe de forma endémica a partir de la pandemia ocurrida en 1827. Siempre se registran brotes epidémicos durante los meses de lluvia, tiempo en que el agente transmisor se reproduce y crece en las aguas estancadas cerca de las viviendas. Es la hembra del Aedes aegypti la que al picar a un enfermo propaga el microorganismo a otras personas.
En Santo Domingo contamos con un paupérrimo sistema de drenaje de las principales calles, por doquier se depositan latas, llantas de vehículos, amén de que contamos con numerosos acúmulos de aguas negras y de basura, todos magníficos medios de proliferación de alimañas. Las condiciones de hacinamiento y densidad poblacional de nuestros barrios periféricos los hacen aptos para una epidemia de niveles incalculables. Una simple y casual fumigación de algunas zonas de la capital no nos va a prevenir el dengue. Un esfuerzo serio tendente a erradicar el mal requiere de grandes recursos económicos y de una vigorosa campaña de educación en la que participe toda la población.
En lo que concierne a la prevención es indispensable controlar el vector, evitar las picaduras del Aedes mediante mosquiteros, rejillas metálicas en puertas y ventanas, el uso de repelentes y ropas apropiadas. Deben eliminarse los depósitos de agua en las inmediaciones de los hogares”.
33 años han transcurrido desde la publicación del artículo y las condicionantes epidemiológicas más que mejorarse lo que han hecho es empeorar. Para finales de la última semana de octubre de 2023 el número de niños y niñas con Dengue en todo el territorio dominicano es alarmante especialmente en las ciudades densamente pobladas. Hemos vivido el espectro político colorado, morado y blanco sin que se haya logrado reducir la endemia, ni erradicar los brotes epidémicos. ¡Hasta cuándo Dios mío!