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Santo Domingo

Debate, imagen y maquillaje

Manuel Hernández Villeta

Una de las debilidades del sistema político dominicano es que la presentación de los programas de gobierno no pasa del acto protocolar. Ni lo explican a fondo los candidatos ni los partidos, y mucho menos lo entienden las masas. ¿Lo podría lograr un debate en televisión?

Mientras que un programa de gobierno está fuera del entendimiento de la mayoría de los votantes, un cara a cara podría darle una idea a los telespectadores, o radio escuchas, de quién ofrece mejores perspectivas, de acuerdo a su punto de vista.

El debate no es obligatorio, ni está contemplado en las leyes electorales dominicanas. Nada que tenga obligatoriedad es bueno, pero si entre los participantes debe haber consenso de discutir cara a cara.

Nadie haga perspectivas falsas. Un debate no pasa de ser un espectáculo de la televisión. No cambiará percepciones, ni inclinará la balanza. La forma en que se maneje a la opinión pública luego del debate, si será decisivo. Los partidos políticos deben tener un ejército de interactivos para salir a la batalla.

Se vive en la era de la percepción. La verdad es un claroscuro. No se es bueno ni malo, ni corrupto ni serio, todo depende de cómo lo venden las redes sociales. Pero no es así. Una opinión pagada de alguien que maneje un golpe digital, no tiene la fuerza moral para sancionar a nadie. El que juzga tiene que ser juzgado.

El debate más famoso del país fue el del padre jesuita Láutico García y el profesor Juan Bosch. Era el 1962, hacía poco había sido ajusticiado el tirano Rafael L. Trujillo. Las elecciones estaban en su punto culminante.

Bosch no era comunista y Láutico era un cura politizado, chapado a la antigua, que levantaba una banderola de atraso, con una iglesia que luego sería de los principales propiciadores del Golpe de Estado del 1963.

En verdad más que un debate, a Bosch le garantiza el triunfo electoral  el borrón y cuenta nueva. La principal fuerza política del país en ese momento estaba sin cabeza. Eran los trujillistas sin sangre en las manos. Ellos fueron pieza fundamental en la victoria del entonces Partido Revolucionario Dominicano.

Las necesidades de la inmensa mayoría de los votantes dominicanos no las soluciona la imagen y movimiento de un debate televisivo. Simplemente no pasa de ser una novedad. Lo trascendental es como los candidatos plantean soluciones, más allá del maquillaje y las luces de neón. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

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