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Cuidar la libertad

Margarita Cedeño

Hay razones suficientes para que nos preocupemos por la fragilidad de la libertad en el contexto actual de la sociedad mundial.

En un siglo marcado por la desinformación, el auge del populismo y la erosión de las instituciones democráticas, el riesgo de un retroceso en las libertades individuales y colectivas es una realidad que se erige como un verdugo ante la salud de la democracia, que aún con sus graves imperfecciones, sigue siendo el mejor modelo que hemos conocido hasta la fecha.

La desinformación se ha convertido en una herramienta poderosa que distorsiona la realidad y manipula la opinión pública.

Las redes sociales, aunque democratizan la información, también facilitan la propagación de noticias falsas y teorías conspirativas.

Este fenómeno socava la confianza en los medios tradicionales y en las instituciones, pilares fundamentales de la democracia.

En la última década, la desinformación ha pasado de ser una anomalía a convertirse en una constante en nuestras sociedades.

Hoy en día, el espacio informativo está saturado con falsedades para desorientar al público y debilitar la confianza en los medios tradicionales, mientras que a los gobiernos se les hace difícil, por no decir imposible, encontrar regulaciones que encuentren el equilibrio entre el combate a la desinformación y el respeto a la libertad de expresión.

El populismo, por su parte, capitaliza el descontento social y ofrece soluciones simplistas a problemas complejos.

Líderes populistas suelen atacar a las instituciones democráticas, debilitando su legitimidad y funcionamiento.

Este ataque constante erosiona la separación de poderes y amenaza las libertades individuales.

Las instituciones que salvaguardan la democracia enfrentan desafíos sin precedentes.

La polarización política y la falta de profundidad en el debate público dificultan la implementación de políticas efectivas y consensuadas.

Además, genera gran preocupación la apatía ciudadana y la desconfianza en el sistema político, que alimentan un círculo vicioso que debilita aún más la democracia.

Para proteger la libertad en este contexto, es esencial fomentar una ciudadanía informada y crítica.

La educación debe priorizar el pensamiento crítico y la alfabetización mediática, capacitando a las personas para discernir entre información veraz y desinformación.

Asimismo, es fundamental fortalecer las instituciones democráticas, garantizando su independencia y transparencia.

La libertad no es un bien garantizado; requiere vigilancia constante y compromiso activo.

Como señaló Ángela Merkel en una reciente entrevista a propósito de la publicación de sus memorias, debemos cuidar la libertad y no darla por sentada.

El mundo se enfrenta a un momento difícil, peligroso y de graves riesgos, que pueden derivar en una conflagración mundial y en una conflictividad que genere pobreza, hambruna y desasosiego.

Enfrentar los desafíos actuales con determinación y responsabilidad es crucial para preservar los valores democráticos que sustentan nuestras sociedades.

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