Diana Rodríguez
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Pese a los avances normativos y programáticos de la última década, persiste un vacío de evaluación rigurosa sobre el impacto efectivo de las iniciativas de alfabetización de adultos en la República Dominicana.
Tanto Quisqueya Aprende Contigo como el más reciente, Servicio Permanente de Alfabetización (SEPA), han sido documentados descriptivamente, pero la literatura académica sobre sus resultados en competencias lectoras o inserción laboral sigue siendo escasa y fragmentada. Es la conclusión que arroja el informe definitivo del estudio titulado “Análisis integral del analfabetismo en la República Dominicana (2016-2024)” del Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa (Ideice).
El análisis revela que los adultos de 65 años o más presentan una probabilidad de analfabetismo 13 p.p. superior al grupo de 15 a 24 años.
La investigación precisa que la población en condición de analfabetismo que no trabaja ni busca empleo, pese a estar en edad para hacerlo, pasó de 10.1 % en 2016 a 9.1 % en 2022, y se mantiene prácticamente constante en los años intermedios. Asimismo, la tasa de analfabetismo en la población económicamente activa disminuyó de 6.5 % en 2016 a 5.5 % en 2021, aunque experimentó un incremento en 2022, que alcanza 8.4 %. Este aumento presenta una marcada diferencia por sexo, ya que los hombres pasaron de 5.7 % en 2018 a 10.2 % en 2022.
De acuerdo con los datos expuestos en este estudio, en 2022 se registró una tasa de analfabetismo de 6.5, con una población en condición de analfabetismo de 78,928 personas, de las cuales 52,748 figuran ocupadas, 25,584 inactivas y 595 desocupadas. El documento subraya que esta brecha contrasta con la magnitud de los esfuerzos públicos y limita la posibilidad de comparar costo-efectividad entre intervenciones.
Los resultados descriptivos confirman una trayectoria descendente de la tasa nacional de analfabetismo, que pasó de 7.3 % a 5.6 % entre 2016 y 2024, con una recuperación tras la disrupción pandémica.
Sin embargo, la agregación nacional oculta disparidades persistentes. El indicador urbano cayó 1.1 puntos porcentuales en el período, mientras que el rural apenas se redujo medio punto y exhibe estancamientos desde 2018. “Estas diferencias perfilan con nitidez la desigualdad territorial que delinean los mapas regionales y refuerzan la necesidad de enfoques locales diferenciados”, destaca el estudio.
Vivir en zona urbana reduce en promedio 2.34 p.p. el riesgo relativo frente a la ruralidad, y pertenecer a los quintiles superiores de ingreso atenúa la probabilidad entre 3 p.p. y 15 p.p. respecto del quintil más pobre, revelando un gradiente socioeconómico casi lineal.
Asimismo, las características territoriales adicionales confirman brechas específicas: residir en Enriquillo o El Valle añade cerca de 3 p.p. al riesgo medio nacional.
No obstante, el informe indica que la combinación de edad, ubicación rural y pobreza extrema identifica grupos con probabilidades que duplican o triplican el promedio nacional, lo que permite priorizar núcleos de aprendizaje y becas de continuidad educativa en municipios y distritos concretos.
No obstante, el informe indica que la combinación de edad, ubicación rural y pobreza extrema identifica grupos con probabilidades que duplican o triplican el promedio nacional, lo que permite priorizar núcleos de aprendizaje y becas de continuidad educativa en municipios y distritos concretos.
“Sin embargo, la marcada escalera etaria no debe conducir a estrategias exclusivamente remediales; al contrario, subraya la urgencia de prevenir la desescolarización temprana que alimenta el flujo futuro de adultos analfabetas”, precisa.
El análisis revela que los adultos de 65 años o más presentan una probabilidad de analfabetismo 13 p.p. superior al grupo de 15 a 24 años.
“Estos hallazgos corroboran la persistencia de desigualdades territoriales y de ingreso, además de evidenciar que los mayores de edad concentran la mayor carga de rezago”, concluye.
Entre sus conclusiones está la necesidad de fortalecer la retención en primaria, expandir programas de primera infancia y articular trayectorias educativas flexibles para adolescentes podría cortar de raíz la reproducción intergeneracional del analfabetismo. A futuro, se requiere complementar estos hallazgos con evaluaciones experimentales de programas, incorporar métricas de alfabetización funcional y digital, y reforzar la interoperabilidad de registros administrativos para sostener un sistema de seguimiento continuo que nutra decisiones basadas en evidencia, recomienda. “Implementar estas recomendaciones ayudará a cerrar la brecha entre esfuerzo programático y generación de evidencia, potenciará la focalización de las intervenciones y consolidará avances sostenibles hacia la erradicación definitiva del analfabetismo en República Dominicana”, concluye.