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Santo Domingo

Cuarencena, el humor negro de un drama pandémico

Humberto Almonte

Analista de Cine

La larga tradición de películas donde encerrando a la gente debido a virus devenidos en pandemias sacan la verdadera naturaleza de esas personas, ha encontrado en el cine dominicano su representante con Cuarencena, drama polisémico que descubre por momentos fragmentos de la imagen real de nuestras élites o de los aspirantes a pertenecer a ella. 

Como todo país con actitudes neocoloniales que se respete, las personas que asisten a esta cena comparten la idea de estar por encima de la sociedad donde viven, de representar lo mejor, lo culto y civilizado, por lo que su progresivo descenso hasta los abismos desenfrenados y violentos no es más que la confirmación de que quien niega la identidad de su sociedad está condenado a padecerla. 

La historia se sitúa en el medio de una pandemia, donde un chef y su esposa organizan una velada en su lujoso apartamento colonial a pesar de un toque de queda que afecta a todo el país. 7 amigos, bajo cuarentena, que no podrán salir hasta que se levante el toque de queda a la mañana siguiente.

David Maler se hace cargo de la dirección y el guion, la producción es de Rafael Elías Muñoz (Lantica Media) y Nashla Bogaert (Cacique Films). El elenco está compuesto por Luis José Germán, Soraya Pina, Frank Perozo, Nashla Bogaert, Joshua Wagner, Isabel Spencer, Elizabeth Chahin y Richarson Díaz.

La película se dirige hacia  intentar diseccionar la reacción de ese sector social hacia las restricciones de la pandemia del coronavirus y su impacto en la psique y en las finanzas de estas complejas individualidades. Vistas las situaciones del toque de queda y el encierro, la ficción no está demasiado lejos de lo vivido en esa época no tan lejana pues para agregar más contexto fue rodada en las instalaciones de Pinewood en medio de la pandemia. 

Animales Gourmet en el corral

El realizador hace una apuesta estructural dividiendo la película en 5 partes, cada una con un tipo de vino y una variedad de platos, y en esas partes asistimos al progresivo desenmascaramiento de los personajes hasta llegar a un final aparentemente feliz. Toda esta construcción dramática descansa sobre los cimientos de un humor negro, negrísimo diría yo, que es el hilo espiritual que alimenta esta obra.   

Los anfitriones Mateo (Luis José Germán), dueño de un restaurante y chef de una estrella Michelin y su esposa Claudia (Soraya Pina), invitan a esta reunión o junte, a sus amigos Joana /Jojo (Isabel Spencer), Jonás (Joshua Wagner), Carmen (Nashla Bogaert), Aurora (Elizabeth Chahin) y El Chompi (Frank Perozo). Ya desde ahí podemos observar el concepto clasista de estar por encima del bien y del mal, pues tales encuentros estaban prohibidos por las autoridades sanitarias. 

El hecho de juntar personalidades disparejas con diferentes orientaciones sexuales, laborales o profesionales de por sí no sería un problema, pero los resentimientos acumulados, las carencias afectivas, el cinismo, la sobrecarga emocional del encierro pandémico y las poses de un grupo que de una manera quizás poco amable pero realista, Claudia califica de “animales”, no podía terminar de manera pacífica.     

Los personajes van evolucionando en cada plato y cada trago servido, hasta revelar su verdadero rostro, que no es la imagen simpática, exitosa, profesional ni feliz que quieren proyectar, pues como decía el gran Marlon Brando, “todos interpretamos”, pues siguiendo la conceptualización expresada por el actor la interpretación es un mecanismo de supervivencia y es lo que tratan de hacer estas personas en su contexto social. 

Maler hace un maridaje de frases cargadas de veneno, lanzadas de un personaje a otro y de un exquisito jazz para hacer avanzar la acción en una obra cargada de crítica hacia una clase social relativamente acomodada, dotando a la película de un ritmo, que aunque desacelera en exceso en algunos momentos o carece de la misma atmósfera en su tramo final, no deja escapar el interés del espectador en ningún momento. 

En una obra coral como esta, podemos tener altas y bajas, pero entre las altas está la interpretación de Luis José Germán como el chef Mateo, cubriéndolo de matices y dotándolo de una gran fineza irónica, al igual de quien para mí, es uno de los personajes más complejos por ser quien mejor lleva la máscara del cinismo y quien mejor se la quita en el momento preciso, y es la Claudia de Soraya Pina. Por último, pero no menos importante, está Isabel Spencer asumiendo a Joana /Jojo, una chef lesbiana, en lo que hasta ahora es su mejor interpretación en el cine dominicano. 

Nada de lo que hemos mencionado hubiese podido funcionar dentro de este edificio estético sin los aportes de la cuidada fotografía de Luis Enrique Carrión, el montaje jazzeado de Pablo Chea e Israel Cárdenas, el sonido impecable del equipo que tenía entre sus integrantes a Homer Mora y Alain Muñiz, el diseño de producción de Shaina Cohen o la dirección artística de Ginna Ozuna, para crear la atmósfera que atrapó nuestra atención.     

Del jazz al ajuste de cuentas

Elemento fundamental de este filme es la música de John Benítez como articulación expresiva y lúdica que se transforma en un personaje dramático, impregnando todo el conjunto para definir la ritmicidad de la acción. Una música original que se retroalimenta con cada apartado, integrándose y mimetizándose con cada elemento de la totalidad para llevar esta producción audiovisual a otro nivel. 

Cuarencena, un drama dirigido por David Maler y situado en los tiempos pandémicos, acude al humor negro, las puyas emocionales, los ajustes de cuentas entre amigos, la gastronomía, la maternidad, los celos, las infidelidades y el cinismo social, todo ello adornado con una dosis de buen jazz, de aciertos técnicos y de los matices de un ensemble actoral buscando capturar la atención del espectador durante los 93 minutos de su metraje.  

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