Miguel Peralta
La actualidad nos presenta un conflicto en la frontera de la República Dominicana y Haití que se ha convertido en un enigma sin una explicación sensata por parte del gobierno dominicano. Se trata de la construcción de un canal por parte de Haití para desviar el río Masacre. Lo curioso es que este proyecto, por lógica, lleva un tiempo en desarrollo, y es justo ahora que el gobierno dominicano parece tomar conocimiento de esta situación.
En el contexto político, resulta intrigante observar cómo el gobierno de Luis Abinader, en momentos de declive, recurre a problemas con Haití como una forma de retomar el control de la palestra pública y desviar la atención de otras cuestiones que afectan a su administración. Coincidentemente, el partido Fuerza del Pueblo se encuentra en un momento crucial, con la presentación de más de 2 millones de miembros prevista para el 23 y 25 de septiembre, que serán inscritos en la Junta Central Electoral. Este conflicto con Haití parece surgir como una estrategia para que el gobierno de Abinader pueda presentarse como un héroe nacional, sin considerar el riesgo de que esta campaña mediática pueda escalar hacia un conflicto bélico entre ambas naciones.
Todo esto deja entrever las intenciones del presidente Abinader y sus implicaciones políticas. Además, es importante recordar que en mayo de 2021, el Gobierno de Luis Abinader suscribió un acuerdo con Haití para la ejecución de esta obra, aunque ahora lo niegue y trate de justificar su accionar político.
Resulta lamentable que como nación hayamos permitido que un individuo, en pos de sus aspiraciones personales y reeleccionistas, sea capaz de propagar una serie de mentiras con el único propósito de mantenerse en el poder.
Es esencial recordar el Tratado de 1929 entre la República Dominicana y Haití, que estableció las bases para el uso compartido de las aguas de los ríos que cruzan la frontera entre ambos países. Este acuerdo, conocido como el Tratado de Paz, Amistad y Arbitraje, sentó las bases para la cooperación en la gestión de recursos hídricos y la promoción de la paz entre las naciones vecinas. Aunque el tratado abordó diversos aspectos de las relaciones bilaterales, su relevancia en la actual crisis destaca la necesidad de respetar y preservar los acuerdos internacionales para garantizar la estabilidad y la colaboración en la región.
