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Santo Domingo

Colonialismo, despojo identitario e injusticia social en Sugar Island

Humberto Almonte

Analista de Cine

Hace un cierto tiempo en la presentación de su película Zama la emblemática cineasta argentina Lucrecia Martel afirmo que los conquistadores colonialistas trataron a los pueblos originarios  mejor, no justamente pero mejor, que los criollos después de las “independencias” de nuestros países y en una comparación relativa no creo que la “democracia” dominicana haya tratado mejor a los descendientes de los obreros haitianos cortadores de caña mejor que dictadura trujillista como podemos ver en Sugar Island, revisión crítica de un tema actual con raíces en el pasado. 

Tras su aterrizaje en el Festival de Cine Global de Santo Domingo donde se hizo con una mención, la película parte para el Festival de Málaga y hacia una carrera comercial en los cines españoles. Siendo una coproducción dominico/española es una obra con almas múltiples pues pasea su mirada por problemas creados por el colonialismo con los discriminados actuales herederos de aquellos arrancados por los esclavistas del continente africano. 

La historia se centra en Makenya, una joven que trabaja en las plantaciones de azúcar del Caribe, en República Dominicana. Mientras sus amigas sueñan con abandonar el país, ella siente una conexión profunda con su tierra y sus raíces. Pero todo cambia cuando se queda embarazada. Rechazada por su familia, se ve obligada a buscar nuevos trabajos y a iniciar un viaje personal que la llevará a descubrir un universo ancestral y místico que envuelve la isla.

 

Dirigida por Johanné Gómez Terrero, el guion recae en Johanné Gómez Terrero y María Abenia, y la producción en Fernando Santos Díaz, con elenco actoral encabezado por Yelidá Díaz, Juan María Almonte, Ruth Emeterio, Génesis Piñeyro, Diógenes Medina, Francis Cruz, Xiomara Rodríguez e Isabel Spencer. 

Gómez vuelve a traer a la luz los despojos de identidad legal en su propio país, a los discriminados por su identidad cultural y a los excluidos de los servicios estatales, confinados en una especie de guetto, versión caribeña de una exclusión  no asentada en leyes, pero  sí de la voluntad política de implementar que mejoren las condiciones existenciales de los habitantes de esos sectores. 

Caña, sudor y misterios 

Desde la mirada y las circunstancias existenciales de Makenya (Yelidá Díaz), asistimos a un proceso de toma de conciencia de esta adolescente desde su embarazo no deseado, la situación de los obreros cañeros que la incluyen a ella, a su abuelo y a su madre, el acercamiento al fenómeno mágico /religioso de su cultura, marcando una transición hacia sí misma,  dentro del entorno familiar y social. 

Sugar Island está en conexión con la praxis fílmica y la estética discursiva de la realizadora en una industria donde a pesar de los actores, las locaciones o el idioma con las peculiaridades del español local,  no necesariamente reflejan una fuerte afinidad con la identidad dominicana, siendo como aquellos zapatos italianos hechos aquí, que no eran ni de allá ni de aquí.  

La trama del filme se articula en tres ejes, lo histórico, lo socioeconómico y lo mágico /religioso, en donde todo confluye desde lo personal a lo familiar, pasando de lo general a lo particular en una fábula que no es tal, más bien asistimos a la crónica ficcionada de la actualidad compleja. 

El triangulo del abuelo cañero, la madre Filomena y Makenya, nos contextualiza el proceso de resistencia que inicia en tiempos de la colonia y continúa en la actualidad,  donde Makenya simboliza la continuidad de esa resistencia heredada de las luchas identitarias y sociales de sus   antecesores más antiguos. Esa reunión en el ingenio colonial a modo de coro griego con sus comentarios,  adiciona una capa referencial histórica que enriquece el discurso de Sugar Island.  

La solidez en la expresividad interpretativa de la película se consiguió gracias a un elenco compuesto por Juan María Almonte como el abuelo, Ruth Emeterio como Filomena, Francis Cruz como el vendedor, Diógenes Medina como Leroi y una estupenda Génesis Piñeyro como Yelidá. El guion de Johanné Gómez Terrero y María Abenia es la base de la fortaleza de esa estructura dramática al construir personajes sin fisuras y cargados de profundidad. 

El tránsito de Yelidá Díaz hacia Makenya está cargado de una inmensa organicidad y naturalidad en donde Díaz se conecta con esta adolescente apropiándose de su carácter. Esta joven está en un tránsito y su evolución es asumida por la actriz para transmitirle al espectador que estamos viendo a una habitante de cualquier batey. Así de verosímil es su interpretación. 

 

De ingenios azucareros, bateyes y olvidos históricos 

 

Desde la perspectiva de lo técnico y la visualidad, la película consigue el tono y una densidad atmosférica precisa apoyándose en lo fotográfico, lo musical y la dirección artística para convencernos y transmitirnos la imagen real de la vida de un batey, complementado con la ritmicidad de un montaje que se mueve al ritmo de la vida diaria de los habitantes del reducto cañero. 

La película dirigida por Johanné Gómez Terrero  es una historia que disecciona la herencia socioeconómica del colonialismo, un sistema que despoja o intenta despojar de identidad legal a los residentes de este enclave, es decir a los cañeros, quienes acuden a la  protesta y a una identidad cultural que sigue resistiéndose, todo ello cubierto por una atmósfera mágico/ religiosa que define el tono de esta obra polisémica.

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