Petra Saivñón
El deceso de 34 niños en el Hospital Materno Infantil San Lorenzo de Los Mina ha sido respondido por la población con indignación, rabia, impotencia y dolor y con silencio desde el lado gubernamental.
Las redes sociales explotaron, canal principal de desahogo de una nación que no tiene a su alcance los medios masivos. Estallaron y los redes nautas pidieron cabezas. Solo dos cayeron.
A diferencia de la tragedia que dejó 11 pequeños muertos en el Hospital Infantil Robert Read Cabral, que concluyó con la remoción del ministro de Salud, esta no arrasó con mandos superiores.
Cuando la ira llevó a tantos a pedir la destitución del director del Servicio Nacional de Salud, Mario Andrés Lama Olivero, fue este mismo funcionario quien anunció la cancelación del director y de la titular de neonatologia del centro hospitalario.
El presidente Luis Abinader y la primera dama, tan locuaces en otras ocasiones, en esta asombraron con su silencio.
Las protestas son una vía eficaz de sacudir un sistema indiferente y negligente, por tanto deben tener continuidad y los ciudadanos convertirse en veedores de los gobernantes.