Javier Fuentes
La tragedia en Jet Set, nos recuerda que no solo era un lugar de rumba, gozo y alegrías, sino también de cuentos, enamoramientos, conversaciones fluidas y cuerpos apretados brillando correas.
Quienes frecuentaban allí, sabían de pasiones e idilios por generaciones, confluyendo en una pista que no dormía.
Era un Club Social, un Icono, la imagen viva dominicana de su vida nocturna.
Por ello nadie puede suponer con cierta subjetividad textual que el señor Antonio Espaillat, quiso que algo así sucediera.
Solo un monstruo puede creerlo.
Lo mismo de que ese sitio fuera objeto de un “atentado terrorista o criminal”.
Un pronunciamiento de tal magnitud es humillante a cualquier inteligencia.
Ahora bien, la noche de la tragedia, esa misma pista se convirtió en el epicentro de un drama sin retorno.
Las luces que se movían a ritmo de bachata, algunas noches, esta vez con merengue; se tornaron testigos mudas del caos.
Hubo gritos, cuerpos tendidos y una confusión que hoy, aún se resiste a desaparecer.
La investigación forense preliminar reveló: “inconsistencias que, si bien no demuestra dolo, sí despiertan preguntas legítimas”.
En la investigación hay todavía algunas preguntas en las nubes: ¿Había personal capacitado para responder ante una emergencia…..?
¿Se habían hecho las debidas revisiones estructurales del lugar….?
¿Se cumplieron los protocolos básicos de seguridad….?
¿Tendría el local seguro para ese tipo de eventualidad?
¿Cuántas advertencias hubo?
¿Fue el sobrepeso, o la avaricia?
Las respuestas parecen perderse entre las rendijas de la indiferencia.
Y dentro de tantos testimonios recogidos, con palabras envueltas en llanto, de dolor e impotencia, había una que se repetía con insistencia perturbadora que retumbaba: Descuido.
Lo más alarmante es que no se trató de un accidente impredecible, sino de una sucesión de descuidos que venían acumulándose.
Ya empleados habían solicitado mejoras en las salidas de emergencias, artistas de fallos eléctricos y clientes que veían deterioro y escarchas caídas del techo en áreas clave del local.
La tragedia no cayó del cielo; brotó del suelo.
Fue un grito silenciado, muchas veces antes de estallar.
Quienes sobrevivieron describieron una escena, Dante, infernal, humos, empujones, puertas que no abrieron, gritos, angustias, desesperación, escombros, asfixias y anarquías; un personal sin entrenamiento; que aprendió con la improvisación del sacrificio y el duelo.
Y a eso se sumó la ausencia de una figura que diera calma a los familiares de los caídos, una voz de atalaya, de sosiego, que ordenara o al menos, que diera muestra de empatía.
No aparecía entre tantas…
Hasta que de repente una silueta, un rostro grisáceo antropomórfico: Antonio Espaillat.
Con la brevedad de rostro y voz de un video, de ese día.
Después; no tomó un micrófono, ni se vio ni se oyó, en los días decisivos, una palabra jamás de él.
En la anarquía por el derrumbe, surgió el cuestionamiento: ¿por qué las autoridades no han hecho un cerco para impedir que los extraños no roben?
Sin querer justificar, en una confusión de esa envergadura, sin experiencia, mucho se logró por el personal a cargo, que aún “las columnas si tenían varillas”, no se la robaran, esto de por sí, ya es un hito.
Lo normal siempre es que después de la tragedia vengan las hipótesis, los análisis, los juicios y la inventiva fruto de la capacidad humana.
Y es precisamente de esa capacidad humana analítica, de ahí, que toma mayor relevancia la figura del propietario, no por su atractivo físico, sino por su ausencia.
Y nos preguntamos:
¿Puede la invisibilidad ser tan cruel como la acción?
La pregunta viene a causa de su ausencia. Y recordar la actitud de ese hombre que durante años puso su rostro al frente del Jet Set.
Si bien nadie lo acusa directamente de provocar la tragedia, ni de quererla, sí se le cuestiona su tibieza ante la devastación.
Su falta de presencia, de empatía, de gesto humano…
Como si el dolor ajeno no lo rozara.
El autor es politólogo, escritor y analista internacional. Ha publicado ensayos sobre geopolítica, literatura y teología en medios y foros especializados.