Alberto Quezada
Ante cualquier acontecimiento sea este de índole social, económico o político, no importa en la nación que sea; siempre debe quedar una lección aprendida la cual debe servir para prevenir daños en el futuro.
Las diluviales lluvias caídas hacen más de una semana en Santo Domingo, que dejaron cerca de una decena muertos, varios desaparecidos, y daños a viviendas y vehículos, no debería verse como un episodio más.
Esas inundaciones, sin dudas, sorprendieron a todos, trastornaron, paralizaron, sobrecogieron, y lo peor de todo, mostraron con su lenguaje lo vulnerables que somos porque en tan sólo minutos la vida nos puede cambiar por completo.
El fenómeno que acaba de pasar debe verse como una expresión reveladora de una realidad que nos invita a ponerle atención a algo que muchos aquí y en mundo Occidental no quieren aceptar: El Cambio Climático.
El Calentamiento Global es una realidad y la República Dominicana no debe permanecer al margen, aún se observara que, en apenas 72 horas, el Distrito Nacional pudo drenar más de 150 milímetros de lluvias y amaneció seco. Esto se debió, aseguran los especialistas, al oportuno y permanente mantenimiento de las autoridades municipales a los imbornales y a las condiciones privilegiadas del suelo del Distrito Nacional.
De igual manera, no se puede permitir que independiente de los admirables esfuerzos de la Alcaldía del Distrito Nacional y el Gobierno de asistir oportunamente a los afectados de las inundaciones, se siga postergando la ampliación y redefinición del drenaje pluvial y sanitario de la ciudad más antigua del Nuevo Mundo.
Es menester, pues, como bien afirman estudiosos de la problemática, lograr que en los próximos meses por lo menos el 75 % de la escorrentía puede drenar hacia el mar Caribe, y el restante 25 % lo haga de manera vertical a través de la instalación de pozos filtrantes normales, de 12 a 24 pulgadas de diámetro, y grandes pozos puntuales, de 1 y 2 metros de diámetro para así se resolver el problema.