Humberto Almonte
Analista de Cine
Todo el género de espionaje descansa en formulas que nos han legado escritores y directores de cine, quienes mezclando estos elementos a gusto, llevan al espectador de la mano hasta esos finales que nos hacen salir de la sala pensando o meneando la cabeza. Eso es lo que busca Amateur (The Amateur).
Algunas de las películas más exitosas son políticas y moralmente ambiguas o parcializadas hasta ciertos límites, para guardar similitudes con la realidad del mundo de los espías y los organismos de inteligencia, pues lo que está contraindicado es querer jugar a la corrección política, lo que representa una receta segura para el fracaso.
¿De qué va la historia? Pues de un Charlie Heller que es un brillante pero introvertido decodificador de la CIA que trabaja en una oficina en el sótano de la sede de Langley. Su vida cambia radicalmente cuando su esposa muere en un ataque terrorista en Londres. Cuando sus supervisores se niegan a tomar cartas en el asunto, toma las riendas y se embarca en un peligroso viaje por todo el mundo para localizar a los responsables. Su inteligencia será el arma definitiva para escapar y llevar a cabo su venganza.
James Hawes dirige y se apoya en el guion de Ken Nolan y Gary Spinelli, basados en la novela de Robert Littell. El elenco está compuesto por Rami Malek, Rachel Brosnahan, Caitríona Balfe, Jon Bernthal, Michael Stuhlbarg, Holt McCallany, Julianne Nicholson, Adrian Martinez, Danny Sapani y Laurence Fishburne.
El realizador ha pretendido jugar a lo seguro, lo que ha incidido en los resultados, y por otro lado, apuesta por un actor como Malek (que no es una figura reconocida en el cine de acción). La contradicción entre ir a lo seguro en el guion y de apostar por un elemento actoral que añada incertidumbre, no son elecciones del todo inteligentes.
La CIA, sus operaciones encubiertas y la legalidad
Que una operación encubierta de elementos contratados por la CIA salga mal, pero que la victima Sarah (Rachel Brosnahan), sea la esposa de Charlie (Rami Malek), un encriptador de… ¿Adivinen de dónde? ¡De la CIA! Que a su vez ha descubierto una operación no autorizada, es decir, ilegal. Todo nos remite parcialmente a Jason Bourne y su saga, y si a eso le agregamos sus habilidades tecnológicas, nos saldría un cruce entre Bourne y MacGyver, el inspector Gadget y una larga lista de influencias.
No ha valido que se acuda a los tópicos como los agentes conectados a Rusia, los típicos desplazamientos entre Estados Unidos, Inglaterra, Estambul o Francia, de la ignorancia de la alta jerarquía de la CIA sobre los desmanes de sus jefes operativos, o que un empleado de alguna relevancia vaya por ahí haciendo y deshaciendo en las narices de los organismos de inteligencia europeos, para que los espectadores se sientan más o menos entretenidos.
¿Es un thriller? Sí, pero… ¿Es un drama? Pues también, y encima de todo, se convierte en un improbable revoltijo de géneros ensamblados de una manera torpemente amateur salpicados de una que otra raquítica escena de acción. La fresa encima del pastel es ese ritmo perezosamente aburrido que casi hace bostezar a los amantes menos exigentes del cine de espionaje.
La inexpresividad de la que hace gala Rami Malek a la hora de abordar su personaje de Charlie Heller, parece sacado de una de las películas de Buster Keaton o de un montaje del mimo Marcel Marceau. Aunque es necesario decir que la estructuración del personaje dentro del guion no es que le ayude. Ni Laurence Fishburne como el coronel Henderson, entrenador y ángel de la guarda de Charlie, o el resto de los personajes que deambulan sin sentido dentro de la película, aportan alguna intensidad dramática que nos saque de la modorra.
Si los “buenos muchachos” funcionan deficientemente, los antagonistas caen de una manera tan fácil que nos asombra, puesto que un grupo de terroristas malos “hasta los huesos”, terminen siendo atrapados presentando una resistencia muy parecida a la que los niños de preescolar resisten la tentación de comer dulces.
¿Thriller de espionaje?
Sin el suspenso, la intriga o las dificultades con tintes de realidad que padecen los héroes, es imposible construir una atmósfera creíble en ninguna película de espionaje, y mucho menos partiendo de un guion tan metódicamente lineal como el que entregaron Ken Nolan y Gary Spinelli, asentado en lugares comunes e influencias detectables con poco esfuerzo.
Amateur (The Amateur) de James Hawes, pretendió sin ningún éxito constituirse en un thriller de espionaje con toques de drama, cosa que no logró en ningún caso, pues ni su realizador, sus guionistas y mucho menos su estrella, lograron sacarla de su predecible discurso cinematográfico y evitar el pecado capital del cine que es aburrir.