Rolando Robles
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El presidente Luis Abinader alcanzó el solio presidencial en condiciones muy singulares. Debido a la pandemia, las elecciones se trasladaron desde el tercer domingo de mayo hasta el 5 de julio de 2020; sin embargo, esta contingencia no es su aspecto más significativo.
De hecho, hay en su ascenso al Poder Ejecutivo del país, algunas particularidades que le imprimen un carácter suigéneris a su selección; tanto antes como después del 5 de julio.
Al momento de ser elegidos, Luis Abinader y Raquel Peña, eran ciudadanos con poca experiencia en el servicio público. Pero, ambos contaban con una extensa participación en el ámbito privado y por eso algunos sectores políticos entendían que ellos eran “outsiders”, no obstante la militancia política que habían ejercido por la conexión de sus padres, don Rafael Abinader y don Leocadio Peña con el viejo PRD y el nuevo PRM.
En realidad, don Luis y doña Raquel no habían trabajado como empleados para el Gobierno y aunque ello no fuera de importancia, aparentemente, sí marcó alguna diferencia en la intención de los votantes y sirvió para evidenciar un hecho que hoy está siendo analizado por las diferentes corrientes de pensamiento que estudian el comportamiento electoral de los votantes, ante la incursión de los denominados outsiders en la política.
En República Dominicana, por ejemplo, uno de los más acuciosos expertos en el arte de la Comunicación Política y de Gobierno, Leonardo Gil, le ha dedicado espacio y tiempo al análisis del fenómeno de la dupla presidencial Abinader/Peña, que es considerada como “una revelación, por su fino manejo gubernamental”, aun y cuando, nunca antes habían tenido responsabilidades mayores en el Estado.
De Luis Abinader se dice, especialmente entre la gente común del pueblo, “que ha resultado ser mejor Presidente que Candidato”; y todo se debe a la distancia que el mandatario ha sabido poner entre un Candidato que gana las elecciones con el apoyo de su partido y demás aliados el día cinco de julio, y el Presidente que jura el dieciséis de agosto ante el Congreso, representar a todos los dominicanos, incluidos los que votaron en su contra.

Este enfoque que tiene Abinader de su responsabilidad como Jefe de Estado, no es nuevo, pues está consignado en la Constitución; sin embargo, nunca antes se había sentido que un mandatario en ejercicio de sus funciones, se hiciera partícipe de tal concepto. Y es también, lo que sugiere el titular de esta opinión que someto hoy a la consideración de mis amigos lectores.
Ciertamente que Magín Díaz Domingo, el nuevo Ministro de Hacienda, no es un outsider sino todo lo contrario. Es un laureado economista, ingeniero industrial, investigador y docente universitario con maestrías en diversas áreas, y cursadas en nuestro país y en el extranjero; que además, ha prestado sus servicios a todos los gobiernos nacionales durante más de 20 años.
El caso es que su inclusión en el equipo de gobierno de Luis Abinader, lejos de ser un síntoma de desconexión del Mandatario con sus promesas de campaña y con su partido, es una ratificación del compromiso del Estado con toda la ciudadanía, sin importar su bandería política. Este hecho, junto a otras evidentes muestras de avance en la democratización del Gobierno, es la prueba de que construimos una sociedad inclusiva y que la nación marcha en franca vía de desarrollo.
Y no es que Magín Díaz sea un ejemplo único, pues sabemos que desde el inicio de su mandato, Abinader ha incluido gente de todos los litorales políticos en su Gobierno; y que ese comportamiento, justo, sensible y democrático, provocó la repulsa de los sectores mas atrasados y clientelistas de su propio partido; y que esa protesta inicial se convirtió en el discurso diario de los ansían llegar al poder con la exclusiva intención de lucrarse personalmente.
Oportuna y legítima
Definitivamente, esta apertura democrática de Luis Abinader, además de oportuna y legítima, ha sido el detonante para que podamos apreciar con justeza el rumbo histórico de un hombre que no solo se distancia de las viejas prácticas clientelares de sus predecesores, sino que además, ha sabido enfrentar con determinación las indelicadezas -hasta ahora menores, gracias a Dios- de sus propios compañeros de viaje.
Cuando se pasa balance al trabajo del Presidente, se notan detalles que más que acontecimientos aislados, evidencian realidades reflejo de la impronta que dejará el Poder Ejecutivo en el futuro de la nación. Citemos, solo para enumerar, algunas de esas circunstancias: (a) un Ministerio Público Independiente, aún con evidentes falencias, garantiza una mejor justicia a futuro, (b) el ejercicio consiente y ético del poder, dificulta volver a las dictaduras, (c) mantener los familiares cercanos lejos del poder, es la única forma de eliminar el nepotismo, (d) si el Presidente no busca la reelección, conviene que lo anuncie en la fecha límite que la ley contempla.
Estas conclusiones a que llegamos hoy -y otras tantas que por motivos de espacio no mencionamos- son el fruto exclusivo de la voluntad del presidente Abinader y por tanto, gravitarán de modo directo en la definición de su legado personal y en el fortalecimiento de la honorabilidad de su familia. Pero hay otras -de importancia mayor, quizás- que afectarán a los jóvenes políticos por venir.
Por ejemplo, la llegada al poder de un hombre joven y sin tacha de rechazo, aquel mítico día 5 de Julio -de tan grata recordación para los dominicanos- ha de tener un efecto contagiante en la juventud que lucha por asegurar su propio espacio en el escenario político del futuro.
Cada vez resultará más difícil para los viejos caudillos mantener vigencia política, e imponer sus criterios al momento de decidir la sucesión presidencial.
Porque el ejercicio ético, diáfano y plural de Luis Abinader Corona, define y traza la única vía de alcanzar el poder sin afectar el clima democrático existente; y como siempre: La historia siempre privilegia el avance, nunca el retroceso.
¡Vivimos, seguiremos disparando!