En medio del pesar por los dos ciudadanos fallecidos, víctimas de la tormenta Henry, alienta que el país haya contado con la suerte y la bendición de que los pronósticos catastróficos sustentados en el amplio y cargado campo nuboso que traía consigo el fenómeno, cambiaran con la marcada disminución de las aguas que ha dejado y su acelerado paso para atravesar de sur a norte el territorio en mucho menor tiempo que el previsto.
Como ha acontecido en otras muchas ocasiones, este fenómeno volvió a poner al descubierto los terribles niveles de pobreza y vergonzosa desigualdad que permanece en el país.
Y de paso, volvió a mostrar terribles grados de inconsciencia, indisciplina y afrenta en el comportamiento de ciudadanos de diferentes estratos sociales antes y durante el paso de la tormenta.
Remover los estamentos del Estado y de la sociedad en procurar de profundizar en el plano de la educación y en una gestión política que ataque la amplia brecha de la desigualdad, vuelve a encontrar espacio para el debate y la resolución en esa dirección tras este evento.
Mientras hacemos conciencia de esos cambios tan reclamados y accionamos en esa dirección, el país precisa en lo inmediato de acciones para atenuar los efectos del fenómeno atmosférico.
De ahí que hechas las evaluaciones sobre los daños provocados por la tormenta Franklyn, deben ponerse en marcha de inmediato las medidas de apoyo a familias y productores afectados con el rigor de la eficiencia y la pulcritud requerida, a lo que debe sumarse la reincorporación al trabajo para dar respuesta a una agenda nacional que luce ya sobrecargada.
