Emilia Pereyra
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¿Alguna vez han sentido que el lenguaje moderno intenta suavizar demasiado las cosas? No se trata solo de educación o cortesía. En la era postmoderna, vivimos un fenómeno de “asepsia verbal”: un intento de “desinfectar” el lenguaje para que la realidad no suene tan cruda, ofensiva o definitiva.
Parece que si cambiamos el nombre de algo, cambiamos su naturaleza. Preferimos la comodidad emocional a confrontar la dureza de los hechos.
A continuación cuatro ejemplos claros de cómo hemos transformado el lenguaje para “amortiguar” el golpe de la realidad:
- El eufemismo penitenciario: De “Preso” a “Privado de libertad” La palabra “preso” o “cárcel” suena a condena definitiva. Hoy, las instituciones prefieren términos como “interno” o “persona privada de libertad”.
¿Qué hay detrás? Se busca enfatizar (desde el ámbito de los derechos humanos) que el encierro es transitorio y que la persona mantiene sus otros derechos. Sin embargo, términos como “interno” suavizan la violencia implícita del encarcelamiento, igualándolo semánticamente a estar en un hospital o un colegio.
- El eufemismo generacional: De “Viejo” a “Tercera edad” “Viejo” o “anciano” son casi palabras tabú en una sociedad de consumo que idolatra la juventud eterna. Ahora decimos “adulto mayor”, o ” persona de la tercera edad” o se alude a “los años dorados”.
¿Qué hay detrás? Como vivimos más, necesitamos re-etiquetar esta etapa como un nuevo segmento de mercado. Pero en el fondo, como señalan algunos filósofos, al eliminar la palabra “vejez” intentamos negar la ansiedad que nos produce el deterioro natural y la inevitabilidad de la muerte.
- El eufemismo sobre la sexualidad: De la injuria a la “Diversidad” Hemos pasado de los insultos o los códigos secretos del pasado, a un lenguaje institucional que usa términos paraguas como “diversidad” o “colectivo”.
¿Qué hay detrás? En discursos corporativos o políticos, se evita nombrar las cosas directamente por miedo a sonar excluyente. Se opta por una “burocracia léxica” que, aunque inclusiva, a veces difumina las luchas específicas de cada grupo bajo un término que lo abarca todo.
- El eufemismo del cinismo: De “Despido” o “Matanza” a “Reestructuración” y “Daños colaterales” Este es quizás el más crudo. Se usa en la guerra y en la economía para disociar la responsabilidad de las consecuencias dolorosas.
¿Qué hay detrás? Deshumanizar el resultado. Si dices “despido masivo” o “víctimas civiles”, hay un responsable moral. Si dices “reestructuración”, “desvinculación” o “daños colaterales”, suena a un accidente técnico inevitable o a una simple consecuencia del mercado donde “nadie tiene la culpa”.
George Orwell ya hablaba de cómo controlar las palabras es controlar el pensamiento. Hoy, parece que el objetivo es la comodidad: usar términos que no nos obliguen a mirar de frente la complejidad y la dureza del mundo.









