Irene Escudero
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Windsor.– Un paseo en carruaje, revista de tropas, una visita por la colección real y un majestuoso banquete son algunos de los momentos que el rey Carlos III y la reina Camila brindaron, como dicta el protocolo, al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en su segunda visita de Estado en un día con mucha pompa y todo el “soft power” británico para impresionar al dirigente estadounidense.
Mañana jueves será el día político, en el que Trump será recibido por el primer ministro Keir Starmer en su casa de campo de Chequers, donde se espera que se sellen acuerdos para cooperar en la construcción de plantas de energía nuclear y “miles de millones de dólares” en inversión en tecnología que involucran a importantes empresas de tecnología como Nvidia, OpenAI y Microsoft.
Este miércoles, sin embargo, fue una jornada marcada por la pompa, los obsequios, los desfiles militares y el deseo de deslumbrar a un presidente entusiasmado por reencontrarse con el rey Carlos III.
Alarde de “relación especial”
“Mañana va a ser un muy gran día”, decía Trump la noche del martes al llegar a Londres. Y por sus gestos, su sonrisa y la complicidad con el monarca británico -con muchas conversaciones distendidas y acercamientos incluso físicos- parece que para el estadounidense lo ha sido.
Los Trump, tras aterrizar en los terrenos del Castillo de Windsor, saludaron a los reyes. Luego el rey y el presidente en una carroza, y la reina y la primera dama en otra, fueron llevados al castillo.
Tras la ampulosa ceremonia de bienvenida, Trump y su esposa pudieron ver una selección de piezas de la Colección Real vinculadas a la historia de EE.UU., y depositaron una corona de flores en la tumba de Isabel II -quien fue la anfitriona de la anterior visita de Estado de Trump, en 2019-, en la Capilla de San Jorge del castillo.
Durante todo el día, ambas delegaciones realizaron, incluso en los pequeños detalles, un ejercicio continuo para mostrar la histórica “relación especial” entre los ambos países.
Melania Trump recurrió a marcas británicas como Burberry, mientras que la reina Camila y la princesa de Gales, Catalina, eligieron un vestido azul zafiro y un vestido burdeos de Emilia Wickstead, respectivamente, en lo que podría parecer un guiño a la bandera estadounidense.
Los regalos también tuvieron significado: Trump entregó a Carlos III una réplica de la espada que el presidente Dwight Eisenhower usó durante la II Guerra Mundial. Mientras que los reyes le obsequiaron un volumen de cuero conmemorativo del 250 aniversario de la Declaración de Independencia de EE.UU. y la bandera británica que ondeó en el Palacio de Buckingham el día de su investidura.
Banquete numeroso
En el banquete de Estado se sirvió un Oporto Vintage Warre’s 1945 en honor a Trump como 45º y 47º presidente y un coñac Hennessy 1912 -año de nacimiento de su madre escocesa, Mary Anne MacLeod-, según informó Buckingham.
Al banquete en el St. George’s Hall del castillo acudieron 160 personas en una mesa tan larga como una piscina olímpica, donde estaban sentados Starmer, otros destacados miembros de la política y monarquía y empresarios, entre los que estaban el gerente general de Apple, Tim Cook; el director ejecutivo de Nvidia, Jensen Huang, y el de OpenAI, Sam Altman.
Ambos jefes de Estado, situados en el centro de la mesa, se prodigaron en elogios durante la apertura del banquete. Trump destacó que Carlos III “ha entregado su terrible corazón” a Reino Unido, mientras que el monarca elogió “el compromiso personal del presidente para encontrar soluciones a algunos de los conflictos más insolubles del mundo”, sin mencionar ninguno en concreto.
“Mientras la tiranía amenaza una vez más a Europa, nosotros y nuestros aliados nos unimos en apoyo a Ucrania para disuadir la agresión y asegurar la paz”, declaró Carlos III durante su discurso, y Trump apuntó que “el vínculo de parentesco e identidad entre Estados Unidos y el Reino Unido es invaluable y eterno, es irremplazable e inquebrantable”.
Protestas y una visita blindada
Debido a las obras de remodelación en el Palacio de Buckingham, que recibió a Trump durante su visita en 2019, en esta ocasión el helicóptero presidencial estadounidense, Marine One, aterrizó en el Castillo de Windsor, a 40 kilómetros de Londres, donde las multitudinarias protestas se sintieron como un eco distante.
Con pancartas, disfraces, cánticos y banderas -en su mayoría de Palestina-, e incluso globos y muñecos con la cara del presidente, miles de personas mostraron en el centro de Londres su desacuerdo con la presencia del mandatario norteamericano y los honores con los que fue recibido este miércoles en el castillo de Windsor.
Tampoco los muros de Windsor -que amanecieron con la proyección de una foto de Trump junto al pederasta convicto Jeffrey Epstein, en una protesta que terminó con varias personas detenidas- dejaron pasar las voces del medio centenar de personas, en su mayoría seguidores, que se congregaron en la entrada con la esperanza de ver al mandatario. Trump, ajeno a todo, disfrutó de la mayor muestra de cordialidad británica. EFE