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Santo Domingo

Papa Francisco: una lección de amor y compasión

Margarita Cedeño

En el año 2017 viajamos a Roma para participar en un encuentro sumamente especial. El Vaticano había cursado una invitación a Rafael de Jesús, un niño dominicano excepcional que había superado una compleja cirugía de corazón en Barcelona, gracias al esfuerzo conjunto de médicos, instituciones solidarias y personas de buena voluntad.

El caso de Rafael de Jesús llegó a mis manos en el marco de un encuentro de Expo Cibao, en el que su madre hizo hasta lo imposible para que yo lo conociera, desde el primer instante su historia me conmovió profundamente. Con el apoyo de muchas manos generosas, logramos llevarlo a España para una intervención que le salvaría la vida.

Sus médicos en Barcelona, conmovidos por su fortaleza y dulzura, lo describieron como un niño “tocado por Dios”. Ellos formaban parte de una organización sin fines de lucro vinculada a la Iglesia Católica, dedicada a atender a niñas y niños con enfermedades graves en todo el mundo.

Aquel año, el Papa Francisco convocó en el Vaticano un encuentro sin precedentes: una audiencia especial con miles de niños y niñas con discapacidades, enfermedades catastróficas o condiciones especiales. Fue una jornada de amor, esperanza y fe, en la que Su Santidad escuchó y respondió con ternura a las preguntas sinceras e incisivas de la infancia. Durante casi dos horas, el Santo Padre compartió con ellos como lo haría un abuelo con sus nietos: sin prisa, con una paciencia infinita, y sobre todo, con la sabiduría que solo brota del corazón.

Rafael de Jesús fue el único niño latinoamericano invitado a hablar en el evento. Se acercó al Papa con timidez y respeto, pero también con la valentía de quienes han conocido el dolor desde muy pequeños. Su pregunta fue: “¿Por qué Dios manda niños al mundo a sufrir? ¿Qué puedo hacer yo para que otros niños no sufran?”

La pregunta, honesta y desgarradora, caló hondo en el corazón de Su Santidad. El Papa lo miró con ternura, con la calma de quien sabe que cada palabra es semilla, respondió que no había una razón que pudiera explicar el sufrimiento de los inocentes, pero que el sufrimiento puede transformarse en una vocación de amor y servicio. Le dijo que cada quién viene al mundo con un propósito y que solo la segunda parte de su pregunta tenía respuesta: que podía convertirse en una luz para otros niños, en un consuelo, en una mano amiga. Ese día, Francisco bendijo a Rafael de Jesús y nos bendijo a todos. Reforzó el propósito de vida de quiénes participamos del servicio público y le brindó a los miles de niños y niñas presentes, una razón para encontrar su camino. En el caso de Rafael de Jesús, con esfuerzo y dedicación, se convirtió en enfermero, para responder a la segunda parte de su pregunta y brindar ayuda a niños y niñas que, como el, enfrentan una enfermedad difícil. Hoy cuida a otros como una vez lo cuidaron a él. Su vida es testimonio de resiliencia, de fe y de la fuerza transformadora de la compasión.

En tiempos en que el mundo parece olvidar a los más vulnerables, la vida del Papa Francisco nos recuerda el verdadero sentido del liderazgo y la espiritualidad: poner el corazón al servicio de los demás. En paz descanse un Papa bueno, que de seguro ya está en el encuentro con el Padre.

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