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Trump, del discurso aislacionista a los planes más agresivamente intervencionistas

Javier Otazu

Nueva York.- El presidente Donald Trump proclamó durante años que Estados Unidos estaba involucrado en demasiados conflictos que no le correspondían y el aislacionismo del ‘America First’ fue una de las banderas de su campaña electoral, pero desde el momento en que ganó las elecciones ha presentado unos planes que superan al expansionismo más agresivo de cualquier otro predecesor.

Una parte de su agenda -desvincularse de varias agencias de la ONU o abandonar los acuerdos climáticos- ha alimentado de algún modo esa alma aislacionista, al igual que sus planes para sacar a las tropas estadounidenses de Siria, pero también ha dejado claro que sus intereses en el mundo son diversos y no renunciará a la fuerza para protegerlos.

En apenas quince días, ha amenazado con intervenir en tres continentes por diferentes razones: en el Canal de Panamá para lograr supuestamente un trato más justo para sus barcos que transitan por él, en la isla danesa de Groenlandia para proteger la seguridad en su espacio atlántico y en Gaza para poner fin a un conflicto palestino que dura casi 80 años.

El plan de Trump para ocupar Gaza y “tomar su control” pilló por sorpresa a propios y extraños, aunque la Casa Blanca mantuvo al día siguiente cierta ambigüedad: “No significa botas (militares) en el terreno, ni que los contribuyentes estadounidenses pagarán este esfuerzo”, dijo este miércoles la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt.

“Significa que Trump, el mejor negociador del planeta, va a conseguir un buen trato con nuestros socios en la región” de Oriente Medio, apuntó Leavitt en alusión a la posible aceptación de Egipto y Jordania de realojar a cientos de miles de expulsados palestinos, pese a que en numerosas ocasiones ambos países han dejado claro que no lo harán.

Dos costosos precedentes, Irak y Afganistán

En el siglo XXI, Estados Unidos ha tenido dos experiencias de intervención directa muy costosas, tanto en términos económicos como en vidas humanas, que han dejado cicatrices políticas y morales en un país donde la intervención en la guerra de Vietnam marcó a generaciones enteras.

Primero fue Afganistán, donde el objetivo estadounidense fue derrocar a los talibanes y sostener a duras penas un gobierno ‘laico’ que finalmente cayó en 2021 tras una retirada estrepitosa de EE.UU. que el mundo entero vio por televisión. En ese país asiático, entre 2001 y 2021 murieron 2.459 soldados, según un informe del Departamento de Defensa.

En 2003 le tocó el turno a Irak, cuyo gobernante Sadam Huseín había sido designado por George W. Bush (2001-2009) como parte de un ‘eje del mal’. La invasión de las tropas estadounidenses abrió la caja de truenos de la violencia sectaria en Irak y propició una guerra de guerrillas que entre 2003 y 2012 dejó 4.492 soldados norteamericanos muertos.

El coste de las dos guerras y de la intervención en Siria sumó 1,6 billones de dólares, según estimaciones del Departamento de Defensa.

Un aislacionismo que no es tal

En realidad, el supuesto ‘aislacionismo’ estadounidense nunca ha sido verdad: como recuerda el politólogo Robert Longley en Thoughtco.com, la alergia a lo que Thomas Jefferson (1801-1809) llamó ‘alianzas enredadoras’ se ha referido en realidad a los conflictos en Europa, un continente donde se necesitó el desembarco de soldados estadounidenses para acabar con el régimen nazi en la Segunda Guerra Mundial.

El conflicto europeo más actual, en Ucrania, ha supuesto para EE.UU. solo una implicación financiera y armamentística, pero no hay constancia -pese a las acusaciones de Rusia- de que ningún soldado estadounidense haya entrado en combate, o que desde la retaguardia haya ayudado al ejército ucraniano.

Sin embargo, Trump no ha descartado intervenir militarmente en el Canal de Panamá, y el pasado domingo, cuando su secretario de Estado, Marco Rubio, se encontraba en plena negociación con los panameños, el presidente lo volvió a repetir: “Lo vamos a recuperar (el Canal) o aquí va a pasar algo muy gordo”.

Rubio había logrado dos cosas: condiciones prioritarias de paso para los buques estadounidenses y que Panamá abandone la Iniciativa china del Cinturón y la Ruta de la Seda, pero es difícil saber si Trump profirió sus amenazas descontento con ese resultado o como un órdago para volver a presionar en el futuro.

Aunque Trump juega a la ambigüedad, con frecuencia se ve obligado a responder a los periodistas con preguntas concretas: ¿Descarta, sí o no, la intervención militar?, le preguntaron el 7 de enero.

“No pienso comprometerme a eso. Puede suceder que tengamos que hacer algo. El Canal es vital para nuestro país. Y necesitamos Groenlandia por una cuestión de seguridad”, respondió ese día y lo ha ido repitiendo de una u otra manera desde entonces. EFE

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