Los más poderosos del mundo se alimentan de la miseria y el hambre de más de 800 millones de personas, pero no toman una medida concreta para mitigar uno de los mayores padecimientos del ser humano.
El G7 y el G20 agrupan a las naciones más poderosas del mundo, Son esas grandes naciones las responsables del hambre mundial, y de la política de saqueo de las riquezas naturales, y el mantener gobiernos dictatoriales.
Impulsan las guerras, empujan a revoluciones, y son las que venden las armas a todos los bandos. Los señores de la guerra saben de los estragos que sufren estos países. Son los que han hecho de la guerra el negocio más lucrativo.
El hambre y la miseria es una secuela de la política colonialista del conjunto de estas superpotencias. El analfabetismo, la ausencia de programas sanitarios, la desnutrición infantil, todo constituye secuelas de la pobreza extrema.
Esta bien que en la reciente cumbre presidencial de los G7 y el G20 se presentara la cara amarga y dura del hambre. Pero sigue la indiferencia para solucionar este grave problema.
Es más, la notificación de los estragos del sub-desarrollo lo presentó Brasil, que es miembro de G20 por sus grandes riquezas naturales. El presidente Lula habló del hambre que atormenta a más de 800 millones de personas.
Para las superpotencias son solo estadísticas que se dan a conocer cuando estas cumbres se celebran. La desigualdad económica y social juega un papel negativo en este mundo donde los poderosos se repartan los bienes, y someten a su dominio a los países pequeños.
Latinoamérica ha ido rompiendo cadenas, y a pesar de que todavía tiene gobiernos indolentes, da pasos hacia su desarrollo. Es abogar por un mundo sin explotadores y con genuina distribución de las riquezas. Menos ricos, y menos pobres
Los mayores cuadros de miseria se dan en Asia y Africa, naciones que a fines del siglo 20 obtuvieron su independencia, en un colonialismo abusivo que tuvo que ser vencido con las armas.
La paz del mundo consiste hoy en que haya una buena distribución de las riquezas, que el capitalismo tenga un rostro humano, que se respete la independencia de los pueblos, que el hombre deje de ser una mera estadista. Que se respete el derecho a la vida.