Sergio Sarita Valdez
Quienes hemos dedicado gran parte de nuestra existencia a la práctica de la medicina y a la docencia en la rama de Patología, especialmente en el área de la investigación de muertes violentas y naturales, podemos hablar de porcentajes de éxitos y de pifias. Se dice que el nacimiento se reduce a unas pocas formas de venir al mundo extrauterino, digamos de modo natural, asistido o por operación cesárea.
En el caso del fallecimiento son muchas las afecciones que potencialmente pueden conducir a un individuo al abismo mortal. Desde un enfoque filosófico podríamos visualizar la vida cual si se tratara de un ente integral que se mueve entre las coordenadas espacio-tiempo. Transitamos por la vida a través de la superficie terrenal mutando de la niñez, adolescencia, juventud, adultez y senectud; ello siempre y cuando no sobrevenga un evento mortal que impida a la persona completar la natural longitud del camino.
El registro de las edades en que muere la gente en una población determinada permite establecer valores de probabilidades estadísticas de tiempo de vida media. En la República Dominicana la esperanza de vida para las mujeres es 77.15 años, en tanto que para los hombres es de 71.81 años. Las afecciones cardiovasculares incluidas la aterosclerosis y la hipertensión arterial, aunadas a la diabetes mellitus y el sobrepeso representan las defunciones más frecuentes en adultos mayores dominicanos. A estas debemos agregar la demencia senil en aquellos que logren sobrevivir por encima de la séptima década. Fuera de los fallecimientos por enfermedades tenemos la violencia expresada en accidentes y suicidios, todos estos evitables.
Explicar en el aula lo relativo al complejo mecanismo a través de eslabones o anillos integrados que pongan fin biológico a un ser humano es a menudo tarea frustrante para el anatomopatólogo y patólogo clínico. Pongamos un ejemplo común: un anciano es encontrado muerto en el hogar sin un testigo.
Digamos que se tiene el precedente que el occiso en vida padecía de hipertensión arterial, obesidad mórbida, colesterol muy elevado y diabetes tipo II. Luego de realizada la autopsia obtenemos los siguientes resultados: estrechamiento y endurecimiento de las arterias grandes y medianas corporales, agrandamiento cardiaco con engrosamiento de la pared del ventrículo izquierdo; riñones pequeños con múltiples cicatrices en su superficie; hígado crecido a expensa de grasa, amén de un cerebro reducido en su tamaño. Preguntamos al alumnado: ¿Cuál fue la causa básica de muerte?
Obtenemos un arcoíris de respuestas. Unos dirán que el fallecimiento se debió a la obesidad extrema, otros achacarán el súbito desenlace a la hipertensión. Alguien acusará a la diabetes de ser la responsable del repentino desenlace fatal. Todos defenderán sus opiniones a través de valederos argumentos. Pudiera tratarse de una muerte compleja en la que una turba imaginaria le entró a golpe a un pobre inocente y nos encontramos con un juez tratando de determinar quién fue la persona que le asestó el golpe mortal al apaleado individuo. El certificado de defunción tiene los renglones A, B, C y D para causa de muerte. Además, agrega los eventos circunstanciales asociados al fallecimiento.
Y usted, amigo lector, o amiga lectora: ¿Cuál piensa que fue la causa básica de muerte?