Felipe Vallejos
Estados Unidos vive unas tensas y disputadas elecciones con su punto más álgido este 5 de noviembre cuando se decida la presidencia del país más poderoso del mundo.
Bob Woodward, el afamado periodista del Washington Post, hombre clave del escándalo Watergate y autor de más de 20 libros, dijo en su obra más reciente, War (Guerra, 2024), que el último año y medio Estados Unidos ha sido testigo de un terremoto político como pocas veces en la historia. No es para menos.
Primero, todo indicaba que se repetía el escenario del 2020: Joe Biden frente a Donald Trump. Sin embargo, por el evidente deterioro del actual presidente, y tras un paupérrimo debate por parte del demócrata, este desistió de la reelección la tarde del domingo 21 de julio, dejando el camino a su compañera de boleta, Kamala Harris.
En la otra acera, la campaña de Trump no ha sido un camino de rosas. Ya fue condenado por la justicia y está a la espera de diversos casos abiertos, siendo el primer presidente o expresidente en la historia de ese país en caer en esa categoría. A la par, en una serie de episodios insólitos, el magnate ha sido objeto de intentos de agresión a su integridad física. Incluso sobrevivió de milagro un atentado a su vida el pasado 13 de julio, cuando una bala rozó su oreja derecha mientras daba un discurso en un acto de campaña, en el estado de Pensilvania.
Por si fuera poco, las encuestas son todo, menos claras. Hay que partir del hecho de que el sistema electoral norteamericano es indirecto, ya que un candidato no gana por el voto de la mayoría de los ciudadanos, sino por quien obtenga la mayor cantidad de votos electorales que cada Estado otorga. ¿Cuántos votos electorales tiene cada Estado? Esto se determina por la cantidad de congresistas que un Estado en particular tenga, en adición a los dos senadores de rigor.
Por ejemplo, California cuenta con 52 congresistas, proporcional a su vasta población, a los cuales se les suman los dos senadores ya mencionados. Es decir: 54 votos electorales.
Por eso se dice que, para ganar unas elecciones en Estados Unidos, poco importa si un candidato obtiene la mayoría del sufragio popular o el 50+1 de los mismos, sino que debe alcanzar el 50+1 de los votos electorales, es decir: 270 de un universo de 538.
En otras palabras, es como si los aspirantes a la presidencia compitieran en 50 elecciones simultáneas, luchando por ganar el Estado en cuestión y sus respectivos votos electorales, hasta alcanzar el número mágico de 270.
Por lo mismo, es posible afirmar que los ojos no estarán puestos ni en los grandes estados como California, Texas o La Florida, donde ya la tendencia es clara, ni mucho menos en el voto popular. Lo que primará serán los resultados de siete estados indecisos: Michigan, Wisconsin, Pensilvania, Nevada, Arizona, Georgia y Carolina del Norte. De las urnas de esos estados saldrá la presidencia de Harris o el retorno de Trump al poder.
A la fecha, Kamala Harris sabe que cuenta con unos 226 votos electorales a nivel nacional, producto de la sumatoria de los votos que los Estados demócratas le van a proveer con casi total seguridad. En el caso de Trump, su base de votos electorales se traduce en 219. Es decir, un empate virtual entre ambos.
¿Qué debe ocurrir para que Harris gane? Básicamente si se lleva Michigan, con 15 votos electorales; Wisconsin con 10; y Pensilvania con 19. Eso le daría un total de 270.
Pero, si Donald Trump, como indican las encuestas, se impone en Nevada, Arizona, Georgia y Carolina del Norte, alcanzaría los 268 votos, quedando en suspenso la posibilidad real de hacerse con los votos de Pensilvania, o en su defecto de Michigan o Wisconsin. Ganando en cualquiera de esos tres, el republicano habrá consumado su retorno.
En vista de todo ello podría decirse que la presidencia de Estados Unidos se decidirá en unos siete Estados, y por qué no decirlo, podría decidirse en tan solo uno de ellos, en este caso, muy probablemente, en Pensilvania.
Como dirían los norteamericanos, “too close to call”.