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Santo Domingo

No fue la sensatez, fue el pueblo

Juan Pablo Bourdierd

Después del anuncio del presidente de la República, Luis Rodolfo Abinader Corona, de que la reforma fiscal quedaba sin efecto de aprobación, ha surgido un intento por parte de algunos sectores de atribuirle a la figura presidencial el rol de héroe en esta decisión.

Sin embargo, es esencial recordar que los verdaderos protagonistas de esta historia fueron, sin lugar a dudas, los ciudadanos dominicanos. Fue la voluntad popular, la voz del pueblo, la que impuso la razón sobre las intenciones políticas.

José Ignacio Paliza, presidente del Partido Revolucionario Moderno (PRM), hizo un llamado contundente a la militancia de su partido y a los aliados, pidiendo apoyo para la reforma fiscal. Este llamado no pasó desapercibido, ya que, viniendo de alguien con su influencia, se entendía que tal propuesta no podía ser fruto de una iniciativa personal.

Es difícil creer que una medida tan impopular como esta surgiera sin el respaldo o la directriz de figuras de mayor rango en el gobierno. ¿Cómo explicar que un político experimentado se lanzara a promover algo tan rechazado si no hubiera sido bajo mandato superior?

Pero el pueblo, en un acto de resistencia civil, se opuso de manera decidida. Las comunidades, cansadas de promesas rotas y de políticas fiscales que no los beneficiaban, se organizaron, protestaron y, con una voz firme y unida, dijeron que no. «La reforma no va», fue el mensaje claro que retumbó en cada rincón del país.

El gobierno, entonces, no tuvo otra opción que dar marcha atrás. Y en ese proceso, quedó claro que no fue la sensatez ni la benevolencia del presidente lo que impulsó la cancelación de la reforma, sino la presión de una mayoría absoluta y soberana: el pueblo dominicano.

El intento de algunos sectores de pintar al presidente Abinader como un salvador que escuchó al pueblo de manera espontánea resulta, a todas luces, una narrativa engañosa. No se trató de un acto de bondad o sabiduría política; fue una respuesta forzada ante la movilización social. El verdadero salvador de esta historia es el mismo pueblo, que se organizó, que supo alzar su voz cuando se le quiso imponer una carga injusta.

De haber seguido adelante con la discusión de la reforma fiscal en el debate público, el clima de tensión que ya se vivía en las calles habría escalado aún más. La calma que hoy se respira en el país no es gracias a la decisión de retirar la reforma, sino al poder de las redes sociales y de los medios de comunicación que amplificaron el sentir de la ciudadanía. Fueron esos canales los que permitieron que el grito de «no a la reforma» llegara a cada rincón del poder.

Las plataformas digitales, en especial, jugaron un papel crucial. Fueron el escenario donde los ciudadanos expresaron su descontento, se informaron y se organizaron para ejercer presión sobre el gobierno. Los mensajes, las protestas virtuales y los llamados a la acción crearon una ola de resistencia que el gobierno no pudo ignorar. Este fenómeno demuestra, una vez más, el poder que tiene el pueblo cuando se une y decide alzar la voz.

No debemos permitir que se distorsione la narrativa. El presidente Abinader no actuó por una repentina iluminación política; actuó porque no tenía otra opción. Fue el pueblo el que, con determinación, evitó que se aprobara una reforma fiscal que habría significado una carga adicional para las familias dominicanas, ya afectadas por la inflación y las dificultades económicas.

Esta es una victoria de la democracia participativa, una muestra del poder de la ciudadanía cuando se organiza y actúa en defensa de sus derechos. No fue la sensatez de los líderes políticos la que prevaleció, sino la voluntad popular. Y es esa voluntad la que debe seguir siendo protagonista en las decisiones importantes que afectan al país. El pueblo habló, y el gobierno tuvo que escuchar.

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