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Santo Domingo

Acuicultura local  va en desarrollo, pero con desafíos

Martín Polanco

La acuicultura en la República Dominicana ha mostrado un avance notable desde sus inicios en los años 50 durante la dictadura de Trujillo, para convertirse en una parte integral del sector pesquero nacional.

La evolución ha sido significativa, y se enfoca en varias especies clave. Hoy en día, la tilapia se destaca como la principal especie cultivada, que representa más del 80% de la producción nacional.

Otras especies relevantes incluyen el basa (Pangasius spp.), la dorada del Mediterráneo (Sparus aurata) y el camarón gigante de río (Macrobrachium rosenbergii). A pesar de estos logros, la industria enfrenta desafíos, como la falta de políticas públicas adecuadas y la necesidad de nuevas inversiones.

En eso coinciden productores y conocedores del tema. La empresa internacional Kiliç Dominik, subsidiaria de la turca Kiliç Deniz, juega un papel fundamental en el sector.

Con operaciones en la Bahía de las Calderas, produce aproximadamente 500 toneladas anuales de dorada del Mediterráneo, especie adaptada con éxito a las aguas del mar Caribe. En total, la producción nacional de productos acuícolas se estima en 3,900 toneladas anuales. Antes de la pandemia (de covid-19), la producción de basa en Copeyito, en la provincia María Trinidad Sánchez, superaba las 700 toneladas anuales.

Actualmente, se estima que la producción debería ser de al menos 10,000 toneladas, con un valor aproximado de 2,000 millones de pesos. Sin embargo, la falta de políticas públicas adecuadas ha limitado el desarrollo de la actividad.

Los datos de la Asociación Dominicana de Acuicultores (Adoa), cuyo presidente es Carlos Mena, indican que la producción nacional de alimentos balanceados para la acuicultura está dominada por un único fabricante principal, que produce anualmente 6,600,000 libras.

Además, se importan 179 contenedores de alimentos balanceados para peces y camarones, con una carga media de 49,000 libras por contenedor.

El cálculo conservador del Factor de Conversión (FCR) es de 2 kilogramos de alimento por cada kilogramo de carne producida, que tiene en cuenta las mortalidades típicas en proyectos acuícolas.

Según el “Plan Estratégico Institucional 2021-2024” de Codopesca, en 2023, la República Dominicana registró una notable brecha en su sector pesquero al comparar la producción nacional con las importaciones.

La producción local de productos pesqueros de origen silvestre alcanzó 13,575 toneladas métricas, con un valor de RD$3,000 millones. Sin embargo, el país importó 52,410.90 toneladas métricas de productos pesqueros, valoradas en RD$14,652 millones.

Este desequilibrio, de 286% (resultado de ver lo producido vs lo importado), equivale a un déficit de 38,835.90 toneladas métricas en la producción local, lo que indica una dependencia de las importaciones para satisfacer la demanda interna.

Las importaciones abarcan una amplia gama de productos pesqueros, tanto de pesca silvestre como de acuicultura, provenientes de países con los cuales la República Dominicana no tiene tratados de libre comercio, según datos de la Adoa, ofrecidos a este periódico.

Además del ad valorem, se deben considerar otros costos adicionales, como el Impuesto a las Transferencias de Bienes Industrializados y Servicios (ITBIS) a camarones, tilapia y basa, impuestos por Codopesca, y costos de transporte y servicios aduanales.

La cuestión de las políticas

De acuerdo con expertos en el tema, entre ellos Carlos Mena,  es crucial implementar políticas públicas adecuadas y fomentar la inversión en infraestructura y tecnología para fortalecer la acuicultura en la República Dominicana. A pesar de los desafíos, la acuicultura sigue siendo una parte vital del sector pesquero, con un potencial significativo para el crecimiento y desarrollo económico.

El sector acuícola enfrenta retos importantes relacionados con la disponibilidad de energía y combustibles, que impactan directamente en su desarrollo y competitividad. El país presenta algunas de las tarifas eléctricas y de combustibles más altas de la región, y la infraestructura de redes eléctricas en áreas rurales, donde se ubican muchas granjas acuícolas, es desigual.

Esto obliga a muchas instalaciones a operar mediante autogeneración y a utilizar bombeo mecanizado para el llenado y recambio de agua, lo que afecta negativamente la competitividad. Un 42% de las granjas acuícolas activas dependen de bombeo asistido, y según el último censo (Conaprope, 2006), el 87% de las granjas que han salido del mercado utilizaban este tipo de bombeo.

Eso puede haber cambiado, tomando en cuenta que ha pasado un tiempo considerable. A falta de un censo agropecuario que mire la realidad actual, tener datos certeros no es fácil.

El sector acuícola del país se mantiene en un nivel incipiente. La mayoría de los productores son micro o pequeñas empresas con altos niveles de informalidad, que comercializan su producto localmente y de forma irregular.

Aunque algunos han establecido contratos con supermercados, la calidad del producto sigue siendo variable y carece de estándares consistentes.

Esto limita el desarrollo de un componente industrial capaz de satisfacer los requisitos de valor añadido. La falta de una demanda significativa y el predominio de la preferencia cultural por productos marinos frescos en lugar de acuícolas también afectan el crecimiento del mercado.

El Instituto de Investigaciones Agropecuarias y Forestales (Idiaf) ha impulsado la inversión pública en el sector, desarrolló tecnologías innovadoras en áreas como la alimentación y mejoramiento genético de especies. Entre los proyectos destacados se encuentran el desarrollo de alternativas alimenticias a base de insumos no tradicionales y la implementación de tecnologías para la producción de Tilapia Súper Macho YY.

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