Felizmente, el país parece encaminarse a un proceso de reformas estructurales que han de llevarnos a concluir unas, como la del Pacto Eléctrico, e iniciar otras, como la sensible reforma fiscal, para citar dos ejemplos.
El mandato constitucional de permitir solo dos períodos presidenciales consecutivos y nunca más, junto al compromiso del reelecto presidente Luis Abinader de no postularse más, sin dudas abre un mayor espacio a la consecución de estas necesarias e impostergables transformaciones.
Como abono a lograr ese objetivo se debe resaltar el diálogo promovido por el jefe del Estado, a los fines de intentar el mayor grado de consenso político, económico y social que eviten mayores trastornos o traumas.
De igual modo, es altamente provechoso y ponderable la importante iniciativa de sectores empresariales, comerciales y sindicales en aportar propuestas concretas para cada reforma.
No obstante, visto este auspicios o proceso que tiene como norte fortalecer las muy debilitadas arcas del Estado, equilibrar la carga fiscal, propiciar la producción, la productividad, el empleo y el incremento de las riquezas, es bueno advertir que bajo ninguna circunstancia se debe pasar por alto el necesario e impostergable objetivo que deben tener estas acciones de estrechar la amplia, injusta y peligrosa brecha de la desigualdad que viene imperando en el país.