Manuel Hernández Villeta
Nadie tiene hoy el poder mediático de ser dueño de la agenda política. En la era del internet, las redes sociales y los masivos periódicos y medios digitales, absolutamente imposible masificar el total control de la opinión pública.
Es la hora de la corriente de pensamiento sin fronteras, donde los hechos se reciben al instante y los interpreta cada cual a su manera y antojo. El líder de opinión es una simple valoración personal, que contrasta con la realidad.
Puede haber coincidencias de dirigentes políticos en tratar un tema en particular. Puede haber singularidades en el seguimiento de un hecho, pero no más de ahí. Quedó atrás la época en que un periódico con el principal titular del día dictaba el destino del país.
Los políticos dominicanos actúan en el siglo 20, pensando que tienen cautiva a la opinión pública nacional por una simple declaración y que dictan la agenda a seguir. No es así. Solo tiene que haber sagacidad para darse cuenta que hay decenas de problemas sin solución y que todos caben en la bitácora de divulgación.
La política cada día se desprende de la realidad, y va camino a una fiesta de disfraces. Para poder difundir sus ideas, el político tiene que comprender que no es dueño del pensamiento colectivo, y que sus opiniones compiten con los resultados de un reñido juego deportivo, o que una cantante se levante la falda.
En épocas olvidadas, y cuando era una regla el líder de opinión y el jefe de la agenda social, ya se comprendía y se ocultaba tras bastidores que el chisme intrascendente estaba a la par o por encima de los designios noticiosos políticos.
De ahí que el divorcio o muerte de una actriz conocida, era el instante para el partidista dar a conocer una noticia polémica, porque el luto de la diversión ahogaba el alcance informativo.
Las redes sociales y los medios digitales engullen las opiniones y las noticias por minutos, ya no esperan las 24 horas del próximo impreso.
Lo que se dice ahora, es un golpe de efecto, que desaparecerá en la próxima hora. Otros temas serán intrascendentes en contenido, pero lo más seguidos por el morbo de la muchedumbre.
Hay un siglo 21 que convierte en pavesas las ideas obsoletas, y la forma de hacer política. En la aldea global que es el mundo de hoy se esfuman los líderes de opinión y no pasan de soldados de chocolate, los que se vanaglorian de tener el absoluta control de la opinión pública. ¡Ay!, se me acabó la tinta.