Carmen Imbert Brugal
La tentación estuvo presente, bastaba un cambio de fecha y solo algunos detectarían el engaño. Sin embargo, en lugar de la argucia es mejor la referencia al trabajo “Tráfico impune de parturientas” publicado en este mismo espacio el 22.07.2022.
Citarlo, lamentablemente, ratifica la persistencia del problema y algo peor, su agravamiento once meses después. Recrudecimiento debido a la indiferencia gubernamental encubierta por la narrativa triunfalista.
Confirma la indolencia colectiva, esa peligrosa manera de asumir como normal algo imposible de resolver. Refleja, asimismo, la abulia de una comunidad manipulada gracias a un discurso de defensa de la soberanía que solo la oralidad contiene.
El tráfico impune de parturientas haitianas dejó el año pasado cifras preocupantes. Los hospitales de la red pública registraron 32,000 partos de traficadas en 9 meses -sept 2021 a junio 2022-. Entonces aquello resultaba escandaloso sobre todo por las proclamas de frontera blindada que continúan con el mismo entusiasmo.
Las declaraciones desde el Servicio Nacional de Salud son un dechado de corrección. Mensaje para la comunidad internacional que vigila noche y día para detectar cualquier desliz de un estado que destina el 14% del presupuesto de salud en atención a las migrantes irregulares.
Los días pasan y la situación parece que a nadie mortifica. El ministro de Salud reveló en mayo que, en los hospitales de Mao, Santiago y Pedernales, el 75 por ciento de las parturientas viene de Haití y el hecho obliga a las dominicanas a buscar asistencia en clínicas privadas porque falta espacio en los hospitales.
El tema asomó de nuevo la semana pasada. Un titular desolador confirma la dejadez de las autoridades y el temor que impide perseguir a los traficantes de personas: “En cinco meses registran 15,000 partos de haitianas”– en el Listín Diario 19.06.2023-.
El reportaje señala que la comparación de esas cifras con las registradas el año pasado, durante el mismo período, permite determinar la ocurrencia de 905 partos más que los notificados en el 2022 – 9.1% de incremento-.
Otra vez las peguntas sin respuestas. ¿Cómo pueden los vehículos que transportan parturientas eludir la espectacular vigilancia que – dice el gobierno- resguarda la frontera? ¿Cómo llega el tour a las puertas de los hospitales? ¿Quién recibe la carga? ¿Cómo se convirtió en costumbre pelear por un lugar en las salas de partos desbordadas con la presencia de haitianas? Las mujeres ¿se quedan aquí o regresan a su país con las criaturas?
La asistencia a las parturientas que abandonan en las emergencias de los hospitales es una obligación, pero es incomprensible la aceptación del negocio. Los traficantes son impunes y usan y disfrutan ese privilegio.
El discurso presidencial presume del blindaje a cargo del Cuerpo Especializado en Seguridad Fronteriza Terrestre. Afirma que el Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea, todos, están comprometidos con la seguridad del territorio. El mandatario, centinela de la frontera, repite arengas patrias por doquier.
Empero, nada ha podido detectar las caravanas de parturientas. Es fácil intuir que pronto los estrategas del Cambio propondrán omitir las estadísticas. El recuento de los partos contradice la verdad oficial.