Alfredo García
“Y Jehová es el que va delante de ti; él será contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas, ni te intimides” Deuteronomio 31:8
Las sociedades deben propiciar la solución de sus problemas actuando desde adentro, colaborando con las autoridades y acompañándolas desde una óptica mancomunada para juntos resolver los temas que les aquejan.
Los problemas de la violencia no pueden afrontarlo y resolverlo solamente el Estado pues requiere la participación de la misma sociedad desde un liderazgo de autogestión responsable y efectivo que propicie que los avances perduren en el tiempo.
Los actores de la vida nacional deben actuar en conjunto para que esta situación baje sus decibeles que ya están alcanzando ribetes inusitados y trabajar enfocados en crear ambientes de paz, para que la convivencia social sea plena.
Y si bien es cierto que la pobreza es un tipo de violencia en sí misma, que genera más violencia, no obstante estamos viendo que incluso en países desarrollados se han desatado mayores casos violentos que en muchos países en vía de desarrollo, solamente ver lo que ha estado pasando en Estados Unidos.
Según expertos el problema en parte es una consecuencia de estados alterados de las emociones por el uso excesivo de la tecnología y de sustancias controladas como secuelas devenidas tras la pandemia.
Luego del covid-19, el mundo se ha sumergido en una espiral de violencia que denota poco respeto por la vida en una muestra clara de cómo los trastornos mentales y de comportamiento se han disparado a lo sumo.
Estamos viendo a actores de cine de carácter mundial que han tenido una vida sosegada y de gran prestigio, que acuñaron una gran credibilidad por su forma mesurada de conducirse, que en público pierden los estribos y estallan en insultos a los demás sin miramiento alguno, que nos lleva a pensar, si eso es en público, ¿qué no será en privado?
Debemos entender que los hechos de violencia nos afectan a todos y no es sólo tema del Estado pues si fuera así, sería mucho más fácil que un estamento de la sociedad pudiera tener en sus manos la responsabilidad y/o soluciones a tan multifactorial problema.
Es por ello que han de juntarse las iglesias, las juntas de vecinos, los padres, los clubes, centros culturales y deportivos, medios de comunicación, profesores, profesionales de la conducta, siquiatras, así como todas las fuerzas vivas que converjan en cada comunidad a luchar contra la violencia.
En ese orden, los medios de comunicación a tener cuidado con la difusión de contenidos violentos ya sean como noticias o como entretenimiento; a las familias a tratar el tema en el hogar, lo mismo en las escuelas, colegios, universidades y demás organizaciones que ejercen influencia de masas.
Aquí las iglesias y las universidades pudieran tener un nivel importante de liderazgo partiendo de que todas las encuestas las posicionan como las dos instituciones de mayor credibilidad.
Lo cierto es que pocas cosas son más poderosas que una comunidad decidida a resolver los problemas que le acucian y ello lo evidencia el propio barrio de Villa Faro, que se ha convertido en un modelo de autogestión precisamente porque sus moradores se han organizado y coordinado para hacer frente a la delincuencia y la violencia, teniendo resultados que saltan a la vista.
El estado tiene que jugar su rol, pero no todo debe ser dejado a que las autoridades hagan y hasta tanto no hagan entonces tampoco nadie acciona, en una inercia que beneficia al problema, haciéndolo cada vez más grande.
La violencia se está manifestando en esferas y niveles que obligan a la sociedad a ponerse de pie y decidirse para actuar, ya que es la principal víctima de este flagelo, que se manifiesta sin reparar posición social, persona, lugar, edad, sexo, pues todo el mundo está a expensas de sufrirla hasta en su propia casa.
Hay que trabajar los hogares, las escuelas, las iglesias, en las empresas en todos los estamentos de la vida diaria y por supuesto desde el mismo Estado.
Pero para ello debemos actuar en la construcción de ese sosiego que merecemos pues todos somos responsables de nuestra paz interior y suscribo aquello de que la mejor manera de cambiar el mundo es cambiándose uno mismo primero y luego eso va generando un impacto propagador en todo lo que hacemos y con quien nos relacionamos. Como país nos merecemos un refrigerio de paz.