Daniel García Santana
En República Dominicana, como en otras naciones similares, ser ciudadano correcto, cumplir con deberes y reclamar derechos, tiene un costo que a veces resulta ser alto en comparación con los demás habitantes.
Hago esta reflexión a partir de acontecimientos que observo, entre ellos el pago responsable de los servicios por unos y por otros no, lo cual se ha extendido a través de la historia de República Dominicana.
Por ejemplo, una vez a mi esposa se le olvidó pagar el servicio de agua a tiempo, y, como debe ser, se presentó una brigada de la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD) a suspenderlo el día después del vencimiento de la factura.
Sin embargo, otros reciben ese servicio como mi familia, no lo pagan y no son mirados, visitados ni obligados a hacerlo por esa empresa, como debería ser. Una primera muestra de lo difícil que resulta ser un ciudadano correcto. Pero acciones como esa se repiten con el servicio de electricidad.
Las empresas distribuidoras de electricidad supervisan de forma minuciosa a sus clientes que suelen pagar de manera religiosa sus facturas, en coordinación con brigadas técnicas de contratistas, cuya complicidad con clientes fraudulentos y usuarios es superlativa, tiene muchos años y es conocida, incluso, por ejecutivos de esas empresas, sin que se apliquen las sanciones establecidas por la Ley General de Electricidad, en la mayoría de los casos.
Como muestra de esa situación, es que desde hace tiempo una vecina se viene quejando por la “alta facturación” de su servicio de energía eléctrica, sin que la distribuidora de electricidad le preste la atención que ella ha demandado, y, por otro lado, una amiga cuenta lo fácil que ha sido a una de sus vecinas alimentar de manera fraudulenta dos acondicionadores de aire, bajo la vista “ciega” de técnicos contratistas.
Insisto, construyamos ciudadanía, bajo la sombrilla de una mayor conciencia de los habitantes sobre sus deberes y derechos, y las autoridades haciendo cumplir las normas, leyes y la Constitución a ritmo de sanciones y golpes a los bolsillos, como sucede en Estados Unidos, Europa, Canadá y otras naciones con instituciones fuertes y sociedades conscientes.