Las langosta migratorias pueden formar plagas que amenazan la seguridad alimentaria allá donde atacan. Cuando se forman esos grandes enjambres, los ejemplares tienden al canibalismo, que neutralizan con la producción de una feromona maloliente, la fenilacetonitrilo (PAN).
Un estudio que publica este jueves Science informa de esta vía de señalización anticanibalismo, la cual podría proporcionar un objetivo para las estrategias de gestión de esos animales, dado que sus interacciones caníbales se han relacionado con la creación de enjambres, que son altamente destructivos.
Los científicos sospechan que el canibalismo entre las langostas contribuye a su comportamiento en enjambre, los cuales se mueven constantemente porque los animales individuales siempre están huyendo de los congéneres que les persiguen.
Una amplia gama de especies lo practican, principalmente para complementar la nutrición, lo que ha llevado a la evolución de diversas estrategias para proteger a los individuos de ser devorados por sus congéneres.
Esas estrategias son poco conocidas y un equipo del Instituto Max Planck (Alemania) se propuso estudiarlas en profundidad, descubriendo que las langostas migratorias producen una feromona anticanibal que evita el canibalismo cuando esos insectos están en la fase gregaria.
El estudio apunta que existe una relación directa entre la densidad de población, que les lleva a formar enjambres, y el comportamiento caníbal de las langostas.
Cuando la densidad de población aumenta, las langostas juveniles comienzan a producir PAN, lo que tiene el efecto de protegerlas de ser devoradas por otras.
Los autores también descubrieron el receptor olfativo subyacente responsable de detectar PAN y la vía de señalización responsable de impulsar la aversión al comportamiento caníbal.
Además, desarrollaron modelos de langostas incapaces de producir PAN, que perdieron su señal protectora, siendo mucho más probable que resultaran devoradas por sus congéneres.
Por otra parte, constataron que las langostas cuyos receptores olfativos no eran capaces de captar la feromona PAN sí mostraban interés por atacar a sus compañeras.
Cuando las langostas migratorias están en fase solitaria, los insectos viven individualmente, evitan el contacto físico, comen comparativamente poco y suelen permanecer en una misma zona.
Si la densidad de población aumenta debido a las lluvias y a la disponibilidad de alimentos, cambian su comportamiento en pocas horas; pueden olerse, verse y tocarse, lo que aumenta los niveles de serotonina y dopamina en sus cerebros, provocando que se conviertan en gregarias, agresivas, muy activas y con gran apetito.
Además, liberan feromonas de agregación, lo que acaba provocando la formación de enjambres y supone una enorme amenaza para la producción agrícola. “El canibalismo solo se da en la fase gregaria”, explica en un comunicado el primer autor del estudio, Hetan Chang.
Una feromona que controla el canibalismo es un descubrimiento absolutamente nuevo. Si se inhibe la producción de PAN o la función del receptor olfativo, se puede conseguir que las langostas sean más caníbales y, potencialmente, lograr que controlen su población por sí mismas, afirmó el coordinador del estudio Bill Hansson, del Instituto Max Planck. EFE