Humberto Almonte
Analista de Cine
El drama carcelario es un subgénero al que muchos realizadores les tientan o les apetece, pero plantea una serie de retos en su abordaje debido a sus especificidades estructurales. El turno de ver una película en esta línea ha llegado con Danny 45, basada en un siniestro personaje de la vida real.
Nuestro sistema produce una cantidad de individuos que impelidos a desenvolverse en condiciones sociales adversas se deslizan por los caminos del crimen y la delincuencia. En ocasiones el simplismo analítico lleva a muchos a obviar las causas profundas de esas actitudes o comportamientos, como en el caso de Danny.
La historia narra la vida de un temido delincuente recluido detrás de las rejas después de hacerse famoso por su prontuario delictivo que incluyó el asesinato de más de diez personas dentro y fuera del penal.
La dirección y el guion corren a cargo de Gilbert de la Rosa. El elenco está compuesto por Ramón Emilio Candelario, Jalsen Santana, Miguel Ángel Martínez, Vladimir Acevedo, José Miguel Cruz, Teo Terrero, Isen Ravelo, Mildred de los Santos, Joseph Canario, Miguel Lendor, Emerson González, Efraim Oliva, Erlyn Saúl y Antonio Melenciano, entre otros.
El submundo carcelario que maneja Danny 45 está lleno de violencia, corrupción y abusos de poder, pero todo eso lo sabemos desde hace tiempo pues lo hemos visto en películas del tema, medios de comunicación tradicionales o redes sociales, por lo tanto, el espectador exige matices, honduras sicológicas, explicaciones o por lo menos, aproximaciones a las causas y un intento de diseccionar las mismas.
Carceleros vs encarcelados.
La primera elección del realizador Gilbert de la Rosa es decantarse por la uniteralidad dramática, es decir, personajes absolutamente malvados y otros cargados de un buenismo dudoso, lo que se traduce en villanos muy malos y buenos no tan buenos, y esto a su vez conduce a una baja conflictividad, pues sin contrincantes con matices muy definidos, la fuerza expresiva del conflicto baja también.
En un guion con personajes o situaciones sin la adecuada fortaleza estructural, sin la necesaria profundidad sicológica, las conexiones del espectador con la película se ven lastradas por estas deficiencias, porque como dijimos antes esas personas tienen una idea de estos sujetos y los hechos acontecidos, pues ya se encargaron los medios y las redes de contárselo antes, por lo tanto, el esfuerzo estético debe ser mayor.
Los destellos de matices apenas ponernos observarlos en la interrelacion de Danny 45 (Ramón Emilio Candelario) con el pastor cristiano o en fugaces momentos de otros personajes. Salvo esto, el resto es esa maldad extrema que lo cubre todo en un viaje hasta el final sin muchas sorpresas ni giros que nos sacudan emocionalmente o nos hagan sobresaltarnos en nuestros asientos.
Este ritmo narrativo uniforme impide, junto a otros elementos disfuncionales, que la película desarrolle una atmósfera, que es producto de un conjunto, y es esta atmósfera la que nos envuelve, nos hace suspender la incredulidad y nos lleva a acompañar a los personajes y al realizador en ese viaje a los universos carcelarios, cosa que no logramos conseguir en este recorrido trunco.
La enorme cantidad de personajes y la presencia de buenos actores no logran su cometido expresivo dado la endeble construcción de los personajes, a su arquitectura unilateral. José Miguel Cruz brilla por momentos como Luis “Quita Tenis” , pero es el personaje de Aquilito, interpretado por Jalsen Santana, que sobresale porque su construcción es más solida y a su vez Jalsen aporta su presencia y sus habilidades expresivas para despegar a su personaje de esa uniformidad que impera en la película.
Todo tiene su final, nada dura para siempre.
Podemos apreciar un exceso de metraje pues de sus 2 horas y 8 minutos, por lo menos le sobran 30 minutos. Si se eliminan acciones que no hacen avanzar la historia ni le agregan densidad sicológica, ganamos ritmo y agilidad narrativa, pues ya se sabe de que en cine todo lo que sobra estorba y perjudica al conjunto expresivo.
Danny 45, ópera prima dirigida por Gilbert de la Rosa, es un drama carcelario permeado por grandes dosis de violencia que se queda corto en su intento de transmitir la pesadilla del ambiente de la prisión y aunque se apoya en las acciones de las autoridades del penal y los encarcelados, el ritmo, la arquitectura de los personajes, la estructura guionistica y un metraje alargado, no le permiten construir una atmósfera que conecte integralmente con los espectadores.