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La gran paradoja del éxito del SENASA

Arismendi Díaz Santana

La gran paradoja es que, lo que constituye un éxito innegable del SENASA, lamentablemente al mismo tiempo pone al desnudo la incapacidad del sistema público de salud de garantizar servicios aceptables en calidad, oportunidad y satisfacción para las familias más pobres y vulnerables

Según el Dr. Santiago Hazim, director ejecutivo, el 20.67% de los afiliados al SENASA superan los 60 años, con una demanda mayor y un costo adicional. Nuestra Fundación valora que el SENASA cuente con 9,879 Prestadores de Servicios de Salud (PSS), porque ello fomenta la libre elección de los afiliados. Un logro importante es el pago a las PSS dentro de los límites establecidos, y que las reservas técnicas superen en un 47% el mínimo exigido.

“El 72% del gasto en salud fue consumido en clínicas y centros de diagnósticos privados”: 1) la facturación de las clínicas creció en $2,328 millones de pesos; 2) a los médicos independientes se les pagaron $1,014 millones; y 3) la facturación de los centros de diagnósticos privados creció un 53.3%, es decir, $2,960 millones de pesos”.

Pero, lo más lamentable es que este éxito descansa en un crecimiento sostenido de la medicina privada, debido a la tradicional insuficiencia de los servicios públicos de salud. Y, aunque el informe no lo señala, también evidencia el aumento alarmante del gasto familiar de bolsillo. Resultados encomiables que desnudan la tragedia hospitalaria.

¿Por qué el 72% del gasto del SENASA va al sector privado y no a los hospitales públicos? ¿Por qué el SENASA tiene que contratar a 7,005 médicos independientes, si el Servicio Nacional de Salud tiene en nómina a 24,727 médicos a nivel nacional? Lo más probable es que la mayoría de estos “médicos independientes” sean los mismos médicos del SNS.

Dos modalidades contrapuestas de asignación de los recursos

El SENASA y el Servicio Nacional de Salud (SNS) encarnan dos modalidades de asignación de los recursos totalmente contrapuestas y excluyentes. El SENASA manejó 46,407 millones de pesos, destinando 41,957 millones a prestar 85 millones de servicios de salud a sus 7,353,792 afiliados. Más del 90% de la cápita fue devuelta a los afiliados en servicios, como dispone el Seguro Familiar de Salud.

En cambio, con un presupuesto de 58,651,3 millones, el SNS sólo produjo 36,339,291 servicios a los pacientes. Gastó un 26% más con cerca de 2.3 veces menos resultados. En el SNS el presupuesto se asigna libremente, sin ninguna obligación ni garantía de emplearlo directamente a la prestación de servicios a las familias más pobres y vulnerables.

Contrario al SENASA, está libre asignación le permitió al SNS gastar 48,736.3 millones, el 83% en salarios, contratando a 88,087 personas, incluyendo a 24,727 médicos, sin la menor exigencia de un horario, ni mucho menos de informar sobre los servicios prestados. Esa desproporción explica las frecuentes carencias y las deficiencias cotidianas.

¿Por qué la gran mayoría de los afiliados al SENASA prefieren los servicios médicos privados con copagos crecientes, en vez de acudir a los hospitales públicos, “sin costo adicional”? ¿Cuáles factores acentúan la diferencia entre el servicio público y el privado, si en el 90% son los mismos médicos? La principal diferencia reside en la contratación.

  1. Mientras el médico público tiene su salario asegurado trabaje o no, en la clínica ese mismo médico sólo recibe ingresos cuando atiende a los pacientes.
  2. Mientras el presupuesto de los hospitales es fijo e independiente de los resultados, el ingreso de las clínicas depende de la cantidad y del trato a los pacientes.
  3. Mientras las clínicas privadas ofrecen atención especializada durante 10 horas, en los hospitales públicos este servicio vital apenas está disponible por menos de 3 horas.

Reiteramos que la mayoría de los médicos cumplen con su función y hacen lo posible por brindar un buen servicio, en medio de las precariedades. En privado muestran inconformidad ya que reciben los mismos ingresos que la minoría que no cumple. Se trata de una contratación que fomenta la mediocridad, la deshumanización y el trato desconsiderado.

La población no juega con su salud. Cuando una madre tiene una hija enferma, lo único que le importa es recibir atención inmediata, sea pública o privada. La lucha por la sobrevivencia la obliga a excluir cualquier prejuicio. La falta de calidad y oportunidad pública, la empuja hacia la atención privada, haciendo grandes sacrificios.

Por largas décadas los gobiernos han ocultado estas diferencias, introduciendo parches cada vez que las crisis se agudizan. Los resultados de la encuesta Gallup evidencian que la población espera del presidente Luis Abinader un cambio en el sector salud, que limite la privatización de la medicina y reduzca el gasto de bolsillo.

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