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Drones, un mundo de posibilidades y retos

En los últimos años los drones han ganado protagonismo con multitud de aplicaciones prácticas. Al mismo tiempo surgen dudas y problemas ligados a su uso generalizado.

Desde las alas fabricadas por Ícaro para imitar el vuelo de los pájaros en la mitología griega, a los cohetes espaciales que nos acercan a las estrellas, volar ha sido una de las mayores aspiraciones humanas. Para conseguirlo se fabricaron máquinas voladoras con un humano a bordo, a los mandos de la aeronave.

Fue el paso previo a que las máquinas se liberasen del piloto y volasen por su cuenta, aunque todavía controladas por un humano desde tierra. Esta emancipación ha configurado el desarrollo de lo que genéricamente llamamos drones, que en los últimos años han ganado protagonismo con multitud de aplicaciones prácticas. Al mismo tiempo surgen dudas y problemas ligados a su uso generalizado.

Un vehículo aéreo no tripulado (dron) es una aeronave sin tripulación, capaz de mantener de manera autónoma un nivel de vuelo controlado y sostenido. El sistema se compone del aparato volador equipado con una cámara y un control en tierra desde el que un piloto comanda el vuelo de la máquina.

Sus usos son amplios en áreas muy diversas. Su versatilidad y facilidad para desplazarse en terrenos irregulares los hace ideales en diferentes operaciones, desde misiones de rescate a localizaciones arqueológicas o supervisión de obras de infraestructuras. Además, su autonomía, economía de costes y potencia los convierte en un instrumento imprescindible para la seguridad pública o incluso como arma de defensa.

Una de las aplicaciones que pueden imponerse en los próximos años es el uso de drones para el reparto de paquetería. Grandes empresas del sector, así como pequeños comerciantes y restaurantes, planean beneficiarse de un servicio que evitaría los atascos de tráfico y garantizaría la puntualidad en la entrega de repartos.

De gran utilidad sería también el envío de ayuda humanitaria en forma de alimentos o medicinas a zonas castigadas por catástrofes naturales o incluso conflictos bélicos. Territorios a los que los drones podrían acceder de manera más fácil y eficaz que otros sistemas de transporte.

Los drones equipados con cámaras son un instrumento eficaz para la seguridad vial, el control y prevención de incendios forestales, la identificación de vehículos, la vigilancia de zonas agrícolas o de naves industriales y la búsqueda, protección y rescate de personas. Además, los drones pueden ser usados de manera privada para proteger y vigilar hogares o instalaciones de empresas.

Precisamente la facilidad de acceso de las aeronaves no tripuladas las convierte en el candidato perfecto para realizar las operaciones que los humanos no quieren hacer por su peligrosidad. En este sentido se puede citar la limpieza o localización de vertidos químicos o la asistencia en las operaciones tras un accidente nuclear.

Todas las aplicaciones anteriormente mencionadas tienen un componente civil y sus usos redundan positivamente en la vida de los ciudadanos. Al mismo tiempo los drones se erigen como una eficaz arma de guerra y destrucción. Como se ha visto en la guerra de Ucrania, los drones son un instrumento decisivo para desequilibrar los campos de batalla, acabar con infraestructuras del enemigo y de gran ayuda para la inteligencia militar.

Pero el desarrollo e implantación generalizada del uso de los drones plantea dudas de seguridad y éticas. El problema de la seguridad está relacionado con su utilización fraudulenta en acciones delictivas, que pueden tener su derivada más letal en acciones terroristas o criminales.

Por otra parte, los ciudadanos se enfrentan a la amenaza a su privacidad. Ataques a la intimidad de las personas que pueden llegar del uso indiscriminado de estos aparatos sin el control o la regulación legal suficiente.

Además, el vuelo de un número cada día mayor de drones sobre el cielo de ciudades representa un problema para la seguridad de sus pobladores, y exige una férrea normativa que evite accidentes indeseados.

Pero quizás el escenario más terrorífico sea su aplicación en el campo militar. Un uso que nos lleva a mundos distópicos, donde vehículos no tripulados alcanzan la autonomía suficiente para convertirse en soldados con capacidad para tomar sus propias decisiones. Tropas de alta eficiencia capaces de decidir sobre la vida y la muerte sin intervención humana y a un coste moral y económico para los estados mucho más bajo que la vida de soldados humanos. (EFE)

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