Estamos en medio de una fuerte sequía. Estacional. Que crea condiciones para los dañinos fuegos forestales y para la angustiante disminución en el suministro de agua.
La sequía se viene expresando con fuerza desde hace varias semanas. Con incendios. Aunque no falten las abusivas y criminales quemas para el conuquismo o el aprovechamiento ilegal de la leña.
Pero la situación se hace terriblemente notoria también en las presas. Los embalses reducen sus niveles en forma sostenida y la advertencia no se ha hecho esperar. Inició el racionamiento del líquido vital para todo consumo. Potable, riego y electricidad.
De ahí la imperiosa necesidad de autocolaborarnos. Con el uso adecuado del agua. En forma óptima. Desde el hogar, hasta los establecimientos que la administran en sus diferentes áreas.
Tengamos presente que esta sequía llega en momentos de la preocupante presencia de virus y bacterias. Con un dengue que se extiende, un cólera que se expande y una chikunguya que nos amenaza.
Por eso, en primer término, el cuidado con el almacenamiento de agua. Recordar que los recipientes deben ser tratados con cloro y estar debidamente cubiertos. Para evitar convertirlos en hospederos de mosquitos. Que transmiten dengue y chikunguya. Pero mantener la higiene con el uso de agua y jabón para cuidarnos del cólera.
Como vemos, se trata de una situación compleja que amerita de todo el esfuerzo de las autoridades accionando programas y acciones de orientación y prevención, junto a la responsable actitud de la población ante la crisis de agua y sus potenciales secuelas.
Ya hemos pasado por situaciones similares. Procuremos sortearla en esta ocasión de la mejor manera posible. Es la salud de todos. Y es lo que más importa preservar.
