Cristhian Jiménez
El censo es un compromiso muy serio, que debería estar ausente en los enfrentamientos politiqueros y en los afanes protagónicos y de notoriedad.
El objetivo de destruir o provocar el fracaso de una persona con una idea o visión diferente no es óbice para atentar contra un instrumento fundamental para la planificación económica y social, en un país donde reina la improvisación.
El X Censo Nacional de Población y Vivienda ha requerido una inversión de 3 mil 600 millones de pesos y un intenso trabajo local y de coordinación internacional en los últimos dos años.
Los ataques y llamados a boicotear este esfuerzo del Estado dominicano se han intensificado en las últimas semanas, sin importar las consecuencias. El levantamiento de los datos inicia el próximo jueves 10 y se extenderá hasta el 23 de este mes.
Como Pavel Isa discrepó de un sector social nacionalista, en un ambiente mundial de fanatismos y polarizaciones, lo que provenga de una agencia adscrita a su ministerio de Planificación y Economía, se entiende que debe ser demonizado y rechazado.
Y como la ONU rehúsa asumir Haití y algunos de sus departamentos, junto a Estados Unidos, prefieren que asimilemos a los miles que huyen de la violencia de la parte oeste, el censo sería, alegan los radicalizados, para empadronar ilegales. ¡Dios!
En una época de confusión, descreimiento y de negación, el más aventurado planteamiento puede ser acogido y generar un daño colectivo profundo, verbigracia las vacunas y los conspiranoicos.
Dice Moisés Naím que el verdadero objetivo de la posverdad es “enturbiar las aguas hasta hacer que sea difícil distinguir la diferencia entre la verdad y la falsedad”.
Pavel puede mantener sus convicciones y la ONU insistir en posturas que obren contra el interés nacional, pero el gobierno de Luis Abinader ha sido claro frente al organismo y a Estados Unidos de que “no hay, ni habrá jamás una solución dominicana a la crisis de Haití”.
Abinader dispuso la construcción del muro fronterizo, reclamado durante años por sectores conservadores y ha hecho otras concesiones, pese a que logró el triunfo electoral en alianza con segmentos liberales que militan en organizaciones sociales.
(“En el gobierno de Juan Bolívar Díaz (embajador en España) y de Wilfredo Lozano (director del Instituto Nacional de Migración) hacerle un muro a los nacionalistas es una barbaridad”, se me quejó un militante social al recordar con nostalgia “hermosos momentos” en la Plaza de la Bandera).
Gobernar con el ruido de la calle, las viralidades de las redes sociales es riesgoso y se vuelve contra las autoridades.
Actores callejeros y mediáticos siempre querrán más, validados y entendiendo que pueden amenazar y lograr reconducciones en un atemorizado y entrampado gobierno.
Abinader debe seguir adelante con el censo y los ciudadanos abrir las puertas a los 35 mil empadronadores.
Tenemos que saber cuántas personas habitan en territorio dominicano y en las condiciones económicas y sociales en que desarrollan sus actividades para poder formular políticas públicas eficientes.
Se podría tener diferencias con la formulación de algunas de las preguntas de la boleta censal, pero imposible derivar conclusiones que descalifiquen el levantamiento estadístico. Leálo usted y no deje que otros hagan interpretaciones antojadizas.
Hay que actualizar, después de doce años, niveles educativos, acceso a tecnologías de la información, empleados, desempleados, actividades formales e informales, casados, uniones libres, limitaciones motoras, auditivas y visuales. Además, las condiciones de las viviendas y los accesos a los servicios. (Y siempre se habla de hombre y mujer, niños y niñas).
Aunque en el censo se resumen experiencias mundiales, lo único que no entiendo es que se dejara al ciudadano su definición racial… Solo tendremos 38 negros.