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Santo Domingo

16 de agosto

Alberto Quezada

El próximo viernes 16 de agosto es día de la Restauración de la República, fecha en la cual el presidente Luis Abinader deberá jurar otro periodo presidencial y conducir las riendas del Estado dominicano durante los próximos cuatro años (2024-2028).

Este momento es muy esperado, siempre lo ha sido, no sólo para aquellos que esperan decretos y designaciones, sino también, por su gran significado histórico y el interés que ponen aquellos dominicanos que están a la espera de escuchar cuál será la línea de trabajo presidencial para los próximos 48 meses.

La República Dominicana, aunque no se quiera ver así, está viviendo una etapa de su historia institucional y política muy preocupante y desafiante, la cual amerita una atención especial y un trabajo arduo para seguir avanzando.

No todo debe ser júbilo, gloria, fiesta, por las medallas que obtuvimos recientemente en los Juegos  Olímpicos de París 2024. No, hay otros temas que atender dominicanos. La Patria está amenazada.

De manera que, en esa coyuntura el presidente Luis Abinader debe manejarse con pie de plomo y cabeza fría ya que cualquier desenfoque o toma de medida emocional y no racional podría afectarnos a todos y todas.

Ahí está latente, por ejemplo, la crisis dominico-haitiana que es una bomba de tiempo que en cualquier momento puede estallar sobre nuestras cabezas y producir daños terribles a nuestra integridad territorial y soberana.

De igual manera, sobre el país está el tremendo desafío de concertar con los distintos sectores la inaplazable Reforma Fiscal que posibilite un respiro presupuestal a los fines de evitar un colapso de la economía dominicana.

También está señores, el problema del deterioro progresivo de las principales fuerzas partidarias que conforman el sistema de partido dominicano, que de no ponérsele atención podría dar a la luz acontecimientos muy ajenos y lejanos de lo que conocemos como democracia.

Estos y otros temas que por razones de espacio no puedo señalar, son lo que deben ponerse en el debate de manera permanente ya que de su solución depende la tranquilidad, supervivencia y salud de la democracia y la Patria misma.

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